Era propiedad de la familia Montalvo, originarios del pueblo abulense de Arévalo. Juan Montalvo y luego sus hijas Carmen y Pilar ejercían de propietarios del lugar. Los habitantes del pueblo eran renteros. Pagaban 70 fanegas al año de renta antes de la guerra civil, después de la contienda el pago era en dinero.
"Cuando venían los amos nuestras madres nos ponían la mejor ropa que teníamos, nos regalaban chocolates y caramelos. Estaban unas horas y hablaban con las gentes del pueblo interesándose por sus cosas. Normalmente se quedaban a comer en mi casa". JUAN DEL VAL.
Desde los años 50 hasta los 70 la familia Montalvo fue vendiendo las casas y las fincas a los arrendatarios.
Diez casas conformaban Fresneda contando con un número aproximado de sesenta habitantes en sus mejores tiempos.
"Pertenecíamos administrativamente a Sotillo y eclesiásticamente a Duruelo". JUAN DEL VAL.
Atanasio, Ignacio y Miguel ejercieron de alcaldes pedáneos durante varios años.
Contaron con luz eléctrica desde los años 50 por medio de una linea que venía de Duruelo.
Para consumo de agua tenían una fuente a cinco minutos del pueblo. Sin embargo a lavar la ropa les tocaba más retirado puesto que tenían que ir hasta el río Duratón en Sotillo, llevaban una caballería y unas aguaderas donde cargaban todo lo que fueran a lavar.
Sus fincas de cultivo estaban sembradas de trigo, cebada y centeno. A moler el grano iban al molino de Los Cortos o al de Duruelo.
"Mi abuela me contó en cierta ocasión que allá por el 1860 aproximadamente se perdieron las cosechas durante cinco años seguidos por culpa del pedrisco. A raíz de ello se pusieron cinco cruces de madera en cinco caminos que salían del pueblo". JUAN DEL VAL.
Todas las casas tenían su horno para hacer el pan. En los últimos años ya se dejó de hacerlo y venía el panadero de Duruelo a venderlo.
La oveja era el animal prioritario en el apartado ganadero.
"Cada familia solo podía tener un máximo de 110 ovejas porque el término municipal era pequeño (600 hectáreas, 60 de ellas de monte). Los corderos no se vendían, se los dejaba hasta que tenían seis o siete años y se hacían carneros para vender, así como también las ovejas viejas. Tratantes de Cantalejo solían ser los encargados de comprarlos. En los últimos años ya se vendían corderos a carniceros de Sepúlveda". JUAN DEL VAL.
Varios de sus vecinos se desplazaban en junio a Prádena para asistir a la feria de ganado.
Se acostumbraba a matar dos cerdos en cada casa en época de matanza, uno para noviembre y el otro en febrero.
Liebres, conejos y perdices suponían un reclamo para Mariano, Anastasio y Felipe, los tres vecinos que eran aficionados a la caza en Fresneda.
La nieve se dejaba ver con frecuencia durante la temporada invernal, se acumulaba más de medio metro en las calles.
Contaban con leña de roble para la combustión de la lumbre en las cocinas de las casas.
Arenosas
Arroyuelos
Camino de Duratón
Camino de Vellosillo
Carabancheles
El Campillo
El Cerro
El Cubillejo
Gramales
Prado Cubo
Prado Espinar
Prado Fuentes
La Hoya
Las Carranchas
Las Cerconas
Las Culebreras
Las Encaberas
Las Matas
Las Nogueronas
Las Pajareras
Los Arrompios
Los Charcones
Los Guijarrales
Los Hondos
Matalobas
Rebollarejo
Rubieras
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Fresneda de Sepúlveda que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Tenían las fiestas patronales el 29 de septiembre en honor a San Miguel con una duración de dos días.
Misa y procesión eran los principales actos religiosos y el baile en el apartado del ocio. Baile que se hacía en una era amenizado por los dulzaineros de Navares de Enmedio (Jerónimo y Florencio) y otras veces los dulzaineros de Castroserna de Abajo (Mariano y Domingo).
"Yo no era de bailar, a mi me interesaba más la música, me encantaba escuchar a los grandes maestros de la dulzaina cuando venían a tocar a Fresneda o a las fiestas de pueblos cercanos. De los doce a los quince años fui de pastor con las ovejas y me fabricaba pitos (instrumento de la familia de las flautas) con palos de sauco, empezaba a tocar melodías que aprendía de oído. Al cabo de unos años los dulzaineros en las fiestas de Fresneda me dejaban tocar una pieza". JUAN DEL VAL.
A los músicos se les daba comida y alojamiento cada año en una casa por turno rotatorio.
Se mataba un cordero o un par de pollos en cada casa para compartir con los familiares que venían de fuera y con los allegados de pueblos vecinos. Venía mucha gente joven a participar de la fiesta: de Duruelo, Sotillo, Duratón, Vellosillo, Perorrubio, Tanarro...
El día 2 de julio tenían la fiesta pequeña en honor a Santa Isabel. No tenía mayor repercusión en el ámbito social que la celebración de una misa y la comida con familiares un poco más diferente al resto de días.
De Duruelo venía el cura para celebrar la misa con ocasión de las fiestas patronales y en alguna otra celebración especial. Don Pedro, don Germán y don Félix fueron algunos de los sacerdotes que se recuerdan.
También de Duruelo venía el médico cuando tenía que asistir a algún enfermo. Don Jesús, don Mariano, don Guillermo o don Antonio se encargaron durante años de ir por Fresneda cuando la situación lo requería.
Antonio González era el cartero de Sotillo y el que se encargaba de llevar la correspondencia a Fresneda, unas veces en bicicleta y otras andando.
El tío Saturnino era el herrero de Duruelo, solía venir dos veces por semana y utilizaba la fragua para fabricar o reparar aperos y herrajes. Para herrar las vacas venía el herrero de Cerezo de Abajo y para herrar las caballerías lo hacia el de Sepúlveda. Utilizaban el potro de herrar para esta función.
No había escuela en el pueblo y por ello los niños en edad escolar tenían que desplazarse a la de Sotillo.
"En los años cincuenta iríamos alrededor de nueve niños a la escuela. Entre los del pueblo y nosotros nos juntábamos más de cincuenta alumnos. Nos llevábamos una taleguilla con la comida que solía ser un poco de pan, un torrezno y un huevo duro". JUAN DEL VAL.
Media hora tardaban andando a Sotillo y a Duruelo, los pueblos con los que más contacto tenían. A Sepúlveda tardaban sobre dos horas y cuarto y a Prádena unas tres horas y media.
Para hacer compras iban a Duruelo donde había tres tiendas o a Sotillo donde había una tienda. Si eran compras de más envergadura aprovechaban los desplazamientos a Sepúlveda y Prádena para comprar vino, aceite, ropa, calzado, etc.
Aceiteros de Duruelo y Duratón como eran Porfirio y Gabino aparecían por Fresneda con un carro vendiendo un poco de todo. La tía Juana llegaba de Duruelo con una caballería con unas aguaderas cargadas de productos alimenticios ofreciendo su mercancía a la vez que compraba huevos a los vecinos.
La llegada de la televisión revolucionó un poco el ámbito social. Se instaló en el teleclub y acudía la gente a ver la programación de la época.
La juventud se desplazaba a Duruelo para asistir a los bailes dominicales que se celebraban en el interior de una de las tabernas.
La cercanía de Duruelo, pueblo grande con mejores servicios e infraestructuras hizo que la mayoría de los vecinos de Fresneda acabaran comprando casa allí a la vez que el cabeza de familia podía seguir yendo al pueblo a trabajar las tierras. Alguna familia se fue a Madrid y otra a Casla.
El matrimonio formado por Faustino Martín y Domitila Sanz fueron los últimos de Fresneda de Sepúlveda. Sobre el año 1984 cerraron para siempre la puerta de su casa pasando Fresneda a engrosar la lista de pueblos deshabitados en la provincia de Segovia.
Desde entonces hasta la actualidad hay bastante presencia humana diariamente porque varias naves agrícolas y ganaderas se entremezclan con las edificaciones ruinosas en el entramado urbano del pueblo.
-----------------------------
Informante: Juan del Val, antiguo vecino de Fresneda de Sepúlveda (Conversación personal mantenida en su casa de Duruelo).
Visita realizada en septiembre de 2024.
Punto y aparte. A pesar de tenerlo situado apenas a hora y media de Madrid he tardado más de treinta años en hacer mi primera visita a este pueblo de Fresneda de Sepúlveda. ¿El motivo? Ninguno en particular, quizá el tenerlo cerca lo vas dejando aparcado con la coletilla del ya iré, ya iré. Pero los años pasaban y nunca me acercaba a conocer este pueblo segoviano. Con la aparición de internet tampoco había mucha información del lugar salvo la relativa al estado de abandono de su iglesia/ermita. Alguna mención a que el pueblo se había convertido en un recinto de naves ganaderas tampoco me animaba mucho a conocerlo. Pero alguna vez tenía que ser y llegó en el tardío año del 2024 en un mes de septiembre ya próximo a finalizar.
Por el camino de Sotillo es de buena mañana cuando llego hasta las primeras edificaciones de Fresneda, no hay todavía ninguna actividad ni presencia humana, los animales se muestran inactivos en el interior de las naves. Ovejas, vacas, caballos en un prado, gallinas, son los seres vivos que reciben al visitante que esa fresca mañana del otoño recién comenzado está transitando por el trazado urbano del pueblo. Las naves se entremezclan con las antiguas casas y pajares del pueblo. Desentona un poco y no llego a habituarme a la sensación de estar en un pueblo de los de toda la vida. Tengo que separar mentalmente y visualmente lo nuevo de lo viejo, busco encuadres donde predomine lo rustico, lo de antaño, esquivo pasar junto a las naves. La preciosa espadaña de la iglesia domina todo el lugar, no es que sobresalga en altura pero si se muestra visualmente desde cualquier lugar del pueblo. Me encamino a ver el templo, me gusta más viéndolo in situ que lo que había visto anteriormente por internet. Aún cuando está en un estado de ruina total, sin tejado, sin posibilidad de acceder al interior y con serio riesgo de venirse abajo alguna de sus paredes pero el edificio destila mucho encanto, un triste encanto por ver el estado en que se encuentra, la espadaña es muy hermosa. La portada de acceso todavía guarda elementos arquitectónicos de la belleza que tuvo antaño. Las dos hojas que conformaban la puerta apenas resisten, ya no tienen fuerza para guardar la intimidad del recinto eclesiástico. Me voy a ver otros rincones del pueblo. Alguna casa resiste en relativo buen estado, otras están a punto de sucumbir en cuanto el tejado se venga abajo y otras apenas mantienen algún muro en pie. Veo algún pozo de agua con su pila anexa, corrales de ganado, pajares, edificaciones que ya no se puede saber que uso tuvieron. El pueblo es pequeño y se recorre en poco tiempo. Salgo por el camino de Duratón a ver la vista que se tiene por aquí, cuando ya he recorrido unos centenares de metros me vuelvo, observo una era de trillar, una aventadora durmiendo el sueño eterno en su cochera. Entro nuevamente al pueblo, ya voy viendo más actividad de vehículos, un tractor, un coche aparcado junto a un cercado, otro vehículo que pasa por medio del pueblo y se dirige a alguna finca de los alrededores, pero no me cruzo con ninguna persona de manera física. Doy una nueva vuelta por el pueblo, evito pasar junto a las naves ganaderas porque no me aporta nada a mi objetivo de centrarme en visualizar el entramado urbano de lo que un día fue el pequeño pueblo de Fresneda de Sepúlveda. Vuelvo a dar junto a la ermita/iglesia, el epicentro del pueblo. La mañana va transcurriendo, el sol va cogiendo más altura, los animales se van desperezando de su letargo y yo mientras tanto buscando detalles que observar, pero la visita a Fresneda ya no da más de si. Camino un poco por el camino de Duruelo, observo una fuente/abrevadero de época reciente. Por este lado predomina más la visión de las naves así que desisto de avanzar más. Vuelvo otra vez para el pueblo pero esta vez ya para irme de manera definitiva. La visión actual de Fresneda de Sepúlveda no es para tirar cohetes pero quizá me ha sorprendido para mejor un pelín más de lo que yo esperaba porque todavía he podido ver algo de pueblo cuando ya solo esperaba encontrarme un grupo de naves agrícolas y ganaderas acompañando a una iglesia en ruinas. En mi debe tengo que decir que si no hubiera hecho caso al "ya iré" habría visitado este pueblo muchos años antes y me lo habría encontrado en mejor estado.
Después de estar en Duruelo y conversar largamente con Juanito de la Fresneda, un personaje singular, amable, poeta, dulzainero y enamorado de la música tradicional castellana me cuenta el detalle de las cruces de madera que se pusieron a la salida del pueblo para recordar los años de las pedregadas en el siglo XIX, así que vuelvo otra vez a Fresneda para encontrar y fotografiar esas cruces pero no localizo ninguna, incluso pregunto a un matrimonio que anda por allí cargando herramientas en una furgoneta y me dicen que ellos no saben nada de esas cruces y son nacidos en Fresneda. Seguramente su fragilidad, el vandalismo y los años de abandono y olvido las hicieron desaparecer.
Llegando a Fresneda por el camino de Sotillo.
Llegando a Fresneda por el camino de Duratón.
Entrando al pueblo.
"Este lugar lo conocíamos coloquialmente entre las gentes del pueblo como la "Puerta del Sol". Aquí se reunía el vecindario al caer la tarde en verano, a charlar y pasar el rato, las mujeres cosían o hacían alguna labor, los hombres jugaban al subastado, siempre había movimiento por aquí". JUAN DEL VAL.
La iglesia/ermita de San Miguel. La puerta de la izquierda era la del granero eclesiástico (diezmos). En sus orígenes fue románica aunque ya conserva muy pocos elementos de ese estilo arquitectónico. Tenía una escalera exterior para subir a la espadaña que recientemente ha visto como caían varios de sus peldaños.
"La iglesia siempre la conocí con el tejado dañado, no se daba misa en su interior. El día de la fiesta se improvisaba un altar en el exterior y ya en los últimos tiempos se daba la misa en el teleclub". JUAN DEL VAL.
La iglesia por su lado norte. El templo muestra por aquí su peor cara. Mal futuro a corto plazo.
Vivienda situada frente a la iglesia.
La última casa que se cerró en Fresneda. El matrimonio formado por Domitila Sanz y Faustino Martín (natural de Duruelo) fueron sus moradores.
Vivienda. A duras penas resiste. No por mucho tiempo, el hundimiento del tejado ya vaticina lo que sucederá dentro de poco con la edificación.
Calle hacia la iglesia. En 2019 hubo un incendio en un prado próximo que se extendió a esta zona del pueblo dañando una vivienda y una nave.
Alguna vivienda todavía muestra una pared, una ventana o unas cuantas tejas sobre los restos del tejado.
Vivienda que perdió su planta superior quedando solamente visible la parte baja de la fachada.
La casa de Los Municios. Estuvo habitada por el matrimonio formado por Luisa Sanz y Alfonso del Val (natural de Duratón). Tuvieron dos hijos: Juan y Pilar. Vivía con ellos también un hermano de la dueña de la casa: Manuel. En 1980 se marcharon a Duruelo.
Fachada lateral de una casa y espadaña de la iglesia de fondo.
Corrales de ganado.
Era de trillar.
No hay comentarios :
Publicar un comentario