frente a Vallejo Labrado,
sembradores de centeno,
guardadores de ganado.
Buimanco es un pueblo de la antigua Tierra de San Pedro situado a 1260 metros de altitud. En sus momentos de mayor apogeo llegó a contar con setenta casas. Cifra que rebajó hasta la cincuentena en los albores de la guerra civil y quedando las últimas décadas de vida del pueblo con una veintena de casas abiertas.
Su nomenclátor habla de una cifra de ciento cincuenta habitantes censados en los años treinta. Para los años 50 había descendido a 90 las personas que vivían en el pueblo y en los primeros años 60 ya con la emigración haciendo estragos en todos los pueblos de la comarca eran alrededor de una cincuentena de personas los que todavía se resistían a marchar.
Tuvieron luz eléctrica en el pueblo desde 1955.
Para combatir los rigurosos inviernos que por aquí se daban contaban con abundante leña de roble y estepas.
"En San Pedro andaban escasos de leña y venían a Buimanco con las caballerías a por cargas de estepas que habían comprado". FELIPE LEÓN.
El terreno era flojo para la agricultura, estando sus fincas de cultivo sembradas principalmente de centeno, en menor medida de trigo, avena y cebada.
"En la época de cosecha el cura autorizaba a trabajar los domingos en las fincas cercanas al pueblo, pero siempre con la condición de haber asistido primero a misa". MIGUEL LEÓN.
Iban a moler el grano a alguno de los seis molinos harineros que había en el curso del río Linares entre San Pedro Manrique y Vea.
"Mi padre un año fue a intercambiar patatas por manzanas a Villarijo. En aquel pueblo el clima era más suave y tenían frutales e incluso olivos". FELIPE LEÓN.
Las cabras formaban el grueso del volumen ganadero de Buimanco, aunque tampoco faltaban las ovejas. En cada casa podía haber una medía de cincuenta cabras y treinta ovejas.
Venían tratantes de Arnedo a comprar los cabritos y los corderos. También se llevaban al mercado de San Pedro.
Se solía matar un cerdo en cada casa al año. Ya en años más recientes y en algunas familias eran dos y en ocasiones hasta tres los animales sacrificados.
Para los aficionados a la caza no faltaba el reclamo del conejo, la liebre y la perdiz.
El Calvario
El Codrillo
El Contrero
El Hombriazo
El Hoyazo
El Pastejaito
El Praerón
El Rebollo
La Balsa Jimenez
La Canaleja
La Carrasca
La Fuente el Arriero
La Fuente Fría
La Losa del Cid
La Mata el Tornero
La Mesa Llana
La Mina
La Pradera de la Virgen
La Solana Grande
La Solanilla
La Tejera
La Umbria Andeles
Las Abarrancas
Las Tres Cruces
Los Arrañes
Peña del Agua
Vallejo Labrado
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Buimanco que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
El cura primeramente venía desde Vea a oficiar los actos religiosos. Posteriormente durante unos años hubo sacerdote residiendo en Buimanco, vivía en la casa del tío Valentín.
Don Longinos, don José, don José Luis o don Santiago fueron algunos de los párrocos que dieron misa en Buimanco.
El médico venía desde San Pedro Manrique cuando la situación era de gravedad. Don Epifanio y don Rafael fueron los que realizaron tal cometido durante años.
La tía Luisa con sus buenas dotes de partera ayudó a muchos niños de Buimanco a venir al mundo.
Vicente, el cartero residía en Valdemoro. Iba hasta San Pedro a recoger la correspondencia y la repartía en su pueblo y en Buimanco.
La guardia civil de San Pedro Manrique pasaba de manera periódica por Buimanco haciendo la ronda.
"Oí contar que al tío Cipriano le pusieron una multa de quinientas pesetas porque en cierta ocasión que iba por el camino de San Pedro le oyeron blasfemar contra Dios". MIGUEL LEÓN.
Las fiestas patronales de Buimanco originariamente eran el 16 de agosto en honor a San Roque pero como quiera que les pillaba en la época de mayor trabajo en el campo las cambiaron a mediados de septiembre, una vez que ya se habían recogido las cosechas. Las fechas elegidas fueron el 16, 17 y 18. El primer día se hacía una diana con los músicos por el pueblo. Los dos primeros días los gastos los pagaba el ayuntamiento, el tercero los mozos. Se hacía misa y procesión con San Roque por las calles del pueblo. Para esta ocasión se elaboraban unas rosquillas grandes, se ponían en las andas y posteriormente se rifaban. En la comida era costumbre matar un cabrito, cordero, conejo o pollos para compartir con familiares y allegados que esos días se juntaban en el pueblo. A los postres no faltaban las pastas y las tortas de chinchorra. Había casas donde se juntaban veinte personas.
Venía la juventud de Taniñe en buen número a participar de las fiestas, eran contados los que venían de Vea o de San Pedro.
Los jovenes preparaban zurracapote y mataban una cabra machorra para comerla posteriormente en una merienda. También rifaban un gallo para sufragar los gastos de pagar a los músicos.
El baile por la tarde y por la noche se hacia en una era. Estaba amenizado por Los Patos, del pueblo de Cornago.
"En los últimos años que se celebró fiesta venían los músicos de San Pedro con el Chete a la cabeza. Tocaban saxofón, trompeta y caja". FELIPE LEÓN.
Para hacer compras bajaban a San Pedro Manrique, preferentemente los lunes que era día de mercado. Se llevaban a vender huevos, lechones, pollos o conejos y se compraba productos de primera necesidad que no había en el pueblo como azucar, arroz, utensilios de cocina, prendas de vestir. También era un día de confraternización y encuentro con gentes de todos los pueblos de la comarca. San Pedro este día era un lugar pleno de ebullición social y allí se daban cita un buen número de personas para comprar, vender o simplemente pasar el día y enterarse un poco de lo que pasaba en el ámbito comarcal. Trayecto a San Pedro en el que empleaban una hora y media.
"Una vez siendo niño me mandó mi padre en verano en la época de siega con el macho a San Pedro. A la vuelta le azucé al animal para que fuera más rápido y se le cayeron las talegas que llevaba en los costados. Como pesaban mucho no las podía cargar, así estuve un par de horas hasta que pasó por allí Vicente y me ayudó a colocar la carga en la caballería". FELIPE LEÓN.
Para abastecerse de vino primeramente iban al pueblo riojano de Quel y más tarde lo compraban en San Pedro. Vino que lo traían desde Calatayud a la capital comarcal.
Algunos vendedores ambulantes de Cornago, Igea o Enciso aparecían periódicamente por Buimanco ofreciendo sus mercancías.
"Mario, de San Pedro puso un pequeño almacén en casa del tío Manuel donde se podían comprar algunas cosas básicas (chocolate, anís, galletas, conservas, etc). Subía una vez por semana con las caballerías cargadas a reponer genero". MIGUEL LEÓN.
Los domingos y ratos libres, los niños se entretenían jugando al futbol y los jóvenes jugaban a la calva o echaban partidas de guiñote.
"Yo solía ir a las fiestas de Taniñe que era el pueblo con él que teníamos más relación. Eran para la Trinidad. A las de Valdemoro solo fui una vez que me pillaba de paso y a las de Vea no fui nunca". FELIPE LEÓN.
Buimanco estaba condenado a quedarse vacío por las condiciones adversas que se daban, el progreso no llegaba, la poca productividad de la tierra, las malas comunicaciones, las ganas de la gente joven de buscar un modo de vida distinto al que habían hecho sus antepasados. Los primeros años 60 fueron el arreón definitivo para que los más remisos a iniciar una nueva vida buscaran acomodo en lugares con más servicios e infraestructuras. Se repartieron por Madrid, Barcelona, Bilbao o Tudela entre otros lugares.
Mil novecientos sesenta y seis fue el año que pasará a la historia particular de Buimanco como la fecha en que el pueblo se quedó sin población después de siglos de presencia humana de manera ininterrumpida. Los dos matrimonios que quedaban cerraron la puerta de su casa y se fueron para Barcelona. Ellos fueron Ildefonso León y Ana León por un lado y Cayo Pérez y Encarna León por otro.
"El quince de febrero del 66 nos fuimos nosotros a Madrid y quedaban todavía dos casas abiertas, la del Fonso y el Cayo. Ellos se fueron unos meses más tarde, a mitad de ese mismo año más o menos". LUIS FELIPE MARTÍNEZ.
"Nosotros teníamos dos tías viviendo en Tudela. Mis padres compraron allí una casa vieja. Tardamos todavía dos años en irnos para allá. El día de la marcha cerramos las casas que teníamos y con la yegua y el macho nos bajamos a San Pedro, de aquí a Tarazona y desde este pueblo a Tudela en tren. Yo llevaba cuarenta mil pesetas en un bolsillo interno de la chaqueta que iba cosido para que no se perdiera el dinero". FELIPE LEÓN.
"Yo tenía trece años cuando nos fuimos de Buimanco pero no miré para atrás con amargura por lo que dejábamos porque siempre pensé que en Tudela íbamos a tener una vida mejor que la que habíamos llevado hasta entonces". MIGUEL LEÓN.
A partir de esas fechas el pueblo entró en un letargo infinito donde los expoliadores hicieron de las suyas llevándose todo lo que había en el interior de las casas.
Desde hace unos ocho o diez años los que se fueron y sus descendientes crearon la Asociación de Amigos de Buimanco y se reúnen a mediados de agosto en el pueblo para celebrar un día de confraternización y seguir manteniendo el vinculo con su pueblo.
Informantes: Felipe León y Miguel León, antiguos vecinos de Buimanco (Conversación personal mantenida con ellos en un centro de la tercera edad en Tudela y posteriormente en Buimanco el día de la fiesta)
Otros testimonios: Visi León y Luis Felipe Martínez (Comentarios realizados a preguntas mías en la página de facebook de la Asociación)
Visitas realizadas en junio de 1997, diciembre de 2018 y agosto de 2022.
Punto y aparte. Sin menospreciar la belleza de los demás y aún cuando me faltan todavía dos por conocer, siempre he considerado a Buimanco como el despoblado más hermoso de las Tierras Altas de Soria. Un autentico deleite visual para los que sentimos atracción por las ruinas, por los lugares silenciosos, mustios, sin vida. Un trazado urbano de muy buena factura, una arquitectura popular muy sugerente y atractiva, multitud de rincones con encanto y su relativo buen estado de conservación han hecho de Buimanco un lugar entre los favoritos en el podio imaginario de los deshabitados.
En esta fría mañana del 2018 que ya está próximo a acabar hago mi segunda visita a Buimanco. Muy buenas sensaciones me quedaron en el recuerdo de aquella primera vez que lo visité en 1997. Al haber transcurrido algo más de veinte años entre una visita y otra pensaba que me lo iba a encontrar más deteriorado, más machacado, pero no. No hay mucha diferencia. Se ha conservado más o menos igual a pesar de los años transcurridos de abandono y olvido.
La pista está en mal estado por las lluvias acaecidas en los últimos días lo que me obliga a dejar el coche en un saliente de la pista a mitad de camino entre Taniñe y Buimanco. Toca hacer el resto del recorrido así como la posterior visita a Valdemoro a pie. Tengo que darme prisa porque la distancia es larga y los días en estas fechas del año son cortos. Aún así cuando llego ante los muros de Buimanco el sol apenas está haciendo acto de aparición. Entro por la calle y enseguida llego a la plaza. Todo igual a como lo recordaba. Paso por una calleja lateral y una vivienda con una fachada muy atractiva y salgo al exterior del pueblo. Me alejo un poco para tomar fotografías por este lado. Por la parte de abajo llego hasta la iglesia. Robusta, con sus dos arcadas del pórtico firmes. Entro a su interior. El suelo esta intacto. Observo el púlpito, la huella del retablo, la mesa del altar mayor. Subo hasta el coro y de aquí por escalera interior hasta el campanario. Desde aquí contemplo Buimanco por debajo de mi. Muchas edificaciones ya no tienen tejado, otras todavía si. No se oye un ruido de nada. Como a mi me gusta!! Contemplar estos lugares en silencio. Dejarme atrapar por la atmósfera que envuelve el pueblo. Bajo desde mi aérea posición y después de contemplar algún detalle más salgo al exterior. Allí sigue el transformador de la luz haciendo ángulo con el templo en esta plaza. De aquí sale una calle de inusitada belleza que se adentra en las entrañas del pueblo. Me asomo al interior del horno con sus dos bocas. Lugar de mucho trasiego social. Como también el cercano lavadero al cual se accede por un callejón. Sigo contemplando las hermosas fachadas de Buimanco, unas en piedra vista y otras enfoscadas con un color vainilla que las hace muy atractivas. Muchas tienen un pequeño patio por delante de la casa, lo que las da un toque de originalidad. Continuo reparando en detalles, chimeneas, alguna fecha grabada en el hastial, puertas, el buen trabajo de la piedra. En varias casas todavía se puede acceder al interior (con mucha precaución) y con ello imaginar como era la austera y sencilla vida en estos pueblos serranos. Llego hasta otra pequeña plazuela donde se juntan unas cuantas casas. Por detrás queda la escuela, hacia allí que me dirijo. Hermosa como no podía ser menos. Sigo mi transitar por el pueblo, aparezco de nuevo en la plaza, de aquí me encamino a la otra parte, donde están las eras de trillar. Una aventadora duerme el sueño eterno en una cochera. Las eras son bonitas y por aquí también se tiene una visión muy hermosa de la iglesia y de las casas que hay por este lado. Me adentro nuevamente en las entrañas del pueblo por una calle donde me encuentro edificaciones en peor estado. Quizá sea la parte del pueblo que peor se encuentra. La visita a Buimanco toca a su fin porque ya llevo dos horas aquí y tengo que acercarme hasta Valdemoro y luego hacer todo el trayecto de vuelta, con lo cual no dispondré de muchas horas de luz solar. Antes de irme subo un poco por el cortafuegos para hacer alguna fotografía panorámica del pueblo y del paisaje de la sierra de Alcarama que surge de frente. Mientras estoy contemplando el pueblo no dejo de pensar en que tuvo que ser dura la vida aquí arriba, un terreno áspero, un clima severo y el estar lejos de todo no les pondría fácil a las gentes el salir adelante. Por eso siempre digo que hay que valorar, admirar y entender (porque se fueron) a los que vivieron en estos lugares donde los inconvenientes eran muchos y las comodidades pocas. Me pongo en marcha para visitar el pueblo de Valdemoro. Serán ya las seis de la tarde cuando vuelva a pasar junto a los muros de Buimanco de camino a donde tengo el coche. El pueblo ya esta sumido en una penumbra casi total. Aún así me adentro un poco en su interior. Quiero ver el Buimanco del anochecer. Doy una vuelta por la plaza, llego hasta la iglesia, las siluetas de las edificaciones adquieren un aire fantasmal. Me voy de este pueblo porque aún me queda una hora de caminar ya con la noche encima. BUIMANCO: un pueblo donde todo es bonito.
En 2022 con motivo de conocer a los hermanos León, naturales de Buimanco, recibo la invitación de asistir a la fiesta que celebraran en el mes de agosto. Allí nos presentamos en el día señalado. Somos de los primeros en llegar, los saludos pertinentes y la curiosidad por saber quienes somos. Van llegando más gente que se saludan entre ellos de manera muy efusiva. Tres generaciones se dan cita en algunas familias. Ya una vez con Felipe por allí hacemos un recorrido por el pueblo, donde me va mostrando detalles y lugares que solo los nativos pueden saber donde esta situado. Pero si tengo que decir que no se si es porque es en pleno verano o porque ha transcurrido un tiempo pero encuentro el entramado urbano del pueblo en peor estado que cuatro años atrás. Más vegetación, algunos muros caídos y dificultad para moverse por algunas partes. El tiempo no perdona. Llegamos nuevamente a la explanada junto a la caseta donde se va a celebrar la comida. Voy conociendo más personas. Me limito a escuchar en muchos casos. Una excelente degustación de productos caseros en un ambiente distendido hace que el tiempo vaya pasando plácidamente. Algunos se animan a jugar a la calva, otros a dar un paseo y los demás a seguir echando unos tragos y continuar conversando de tiempos pasados y del presente después de los malos tiempos pasados por los años de pandemia. La tarde va tocando a su fin y la gente ya va marchando de manera escalonada. Aún así habrá unos cuantos que harán noche en tiendas de campaña. Que lugar más fantástico para pasar una noche veraniega bajo las estrellas!!
Buimanco en 1997. Poco ha cambiado su fisonomía desde entonces.
Vista lejana de Buimanco por su lado sur acorralado por un mar de pinos.
Vista lejana de Buimanco por su lado norte desde el camino de Valdemoro con la últimas luces del atardecer.
Vista panorámica de Buimanco por su lado sur.
Llegando a Buimanco con las primeras luces del día.
La plaza de Buimanco.
Fuente y pilones.
Casas en un costado de la plaza.
Foto cedida por la Asociación de Amigos de Buimanco.
El Mayo. Últimos de los 50 o primeros de los 60.
Vivienda.
Casas agrupadas de manera compacta en el barrio bajero.
En algunos casos un pequeño patio antecedía a las viviendas, lo que las protegía de la intimidad del exterior.
Viviendas y confluencia de calles.
Iglesia parroquial de La Inmaculada Concepción.
Foto cedida por la Asociación de Amigos de Buimanco.
Comenzando la procesión de San Roque un día de fiesta a finales de los 50 o principios de los 60.
Interior del templo. Presbiterio, altar mayor, suelo embaldosado, arcos fajones revestidos de yeso descansando sobre pilastras.
Interior del templo. Puerta de entrada, baptisterio, coro y escalera de subida al coro.
"Yo oí contar a los mayores que en los años de posguerra la gente guardaba cosas de matanza y sacos de cereal en la falsa bóveda que hay por debajo del tejado para que no lo requisaran los de Abastos ni la guardia civil". MIGUEL LEÓN.
Tejados de Buimanco.
Transformador de la luz.
Calle de la iglesia.
Calle en el barrio bajero.
Horno comunitario. Contaba con dos boqueras en su interior.
Balsa de agua para regar los huertos y lavaderos.
Escuela de Buimanco, a la cual se accedía por la escalera exterior. En la planta baja estaba una dependencia donde trabajaba el secretario del ayuntamiento y se hacían reuniones vecinales. Haciendo ángulo con el edificio se situaba otra edificación municipal donde se situaba la casa concejo y un salón de baile en la planta baja.
Interior de la escuela. Una quincena de niños asistían a ella en los años 50 y 60. Doña Matilde, doña Concha, doña Angelines, doña Carmina, doña Meri, son algunas de las maestras que impartieron enseñanza en este aula.
"Yo recuerdo a la señorita Carmina, creo que fue la última que tuvimos en el pueblo, era de Villablino en León, la recuerdo muy alegre y que conectaba muy bien con nosotros, incluso fuimos con ella a fiestas de San Pedro y bailamos en la plazuela. Yo creo que estaba de patrona en mi casa, hasta en unas vacaciones se llevó a mi hermano Pedro Mari a su pueblo, la recuerdo con mucho cariño.
También doña Meri era muy jovial, hacíamos danzas, teatro y poesía, era todo muy novedoso para nosotros y disfrutábamos mucho.
Eran maestras más modernas, nos enseñaban canciones, comedias, poesías, nos sacaban al campo, nos enseñaban las flores". VISI LEÓN.
"Me acuerdo de doña Meri. Estaba alojada con nosotros. Éramos dos y daba clase en casa. Era de Soria. Cuando volvíamos al pueblo desde Madrid, siempre íbamos a visitarla, pues era madrina de mi hermana". LUIS FELIPE MARTÍNEZ.
"Con nueve años dejé de ir a la escuela. Era el mayor de cinco hermanos y tenía que ayudar a mi padre en las tareas diarias. Así un día iba de pastor, otro me tocaba recoger el estiércol de las ovejas, atender las caballerías... Tampoco me quedaba tiempo apenas para jugar con otros niños. Mis padres tenían mucha faena con el campo y los animales y toda la ayuda era poca. La escuela y la infancia se acabaron para mí desde entonces". FELIPE LEÓN.
La casa de la maestra.
"Un año llegaron de una casa comercial con una televisión con idea de instalarla en algún sitio para que la pudiera ver la gente del pueblo. Vinieron con un seiscientos, pero no pudieron llegar hasta Buimanco. Fui con el macho hasta el Alto de la Umbría y allí cargué el aparato en el animal. Se intentó poner en la casa de la maestra pero no tenía buena señal y no se veía apenas nada. Muchas interferencias y sin audición. Se la tuvieron que llevar esa noche". FELIPE LEÓN.
Grupo de casas en el barrio somero.
Casas alineadas en nivel inclinado en el barrio somero. Todas con el característico patio delantero.
Foto cedida por la Asociación de Amigos de Buimanco.
Mozos de Buimanco a últimos de los 50 o primeros de los 60. Tiempo para la diversión.
La fragua. El herrero venía de San Pedro para realizar cualquier apaño de forja.
Era de trillar. Solamente hubo una aventadora para facilitar el trabajo de separar el grano de la paja. Era utilizada por cuatro familias. En 1957 se compró una trilladora de la marca Westfalia para todo el pueblo.
Iglesia, viviendas y era de trillar. Estas eran municipales, estaban numeradas y se sorteaban cada año.
Cementerio.
La fuente vieja.
Comida popular. Fiesta de Buimanco 2022.
Jugando a la calva. Fiesta de Buimanco 2022.
Realmente el pueblo es precioso. Además no se ve en un estado de ruina total. Que se celebre esta fiesta da una cierta esperanza. Al menos el recuerdo no cae en el olvido. Muy dura debió ser la vida, a esa altura y con una tierra tan pobre. Soy un enamorado de Soria. Cuando vuelva intentare pasar. Un abrazo Faustino.
ResponderEliminarEl pueblo tuvo que ser muy bonito en sus tiempos y lo es ahora aunque visto desde otra perspectiva y con otros ojos. Bastante dura fue la vida en estos pueblos del norte soriano, tanto como para quedarse vacíos multitud de pueblos por esta comarca.
EliminarSi, no es mala señal que los que un día se fueron y sus descendientes sigan manteniendo el vinculo con su pueblo, cosa que consiguen por lo menos un día al año cuando se juntan allí para compartir un día de convivencia.
Ahí lo tienes pendiente para cuando andes por esta zona.
Un abrazo José Miguel.
Hola Faustino,viendo las fotos de Buimanco me ha recordado que tengo pendiente de hacerle una visita cuando pueda,también aprovechar para visitar Acrijos,la verdad es que Soria tiene infinidad de pueblos preciosos desgraciadamente ya deshabitidos, en Buimanco parece que se hubieran conjurado los astros "metafóricamente hablando" en su contra por las adversas condiciones que padecían sus habitantes,así es normal que sobre todo la gente joven quisiera buscarse unas mejores condiciones de vida en otros lugares,también coincido contigo en que cuando visito un pueblo deshabitado o abandonado me gusta disfrutar del silencio y retrotraerme al pasado imaginando la vida y el bullicio de sus habitantes en otras épocas,como siempre, Faustino,un excelente reportaje el que nos ofreces,gracias,un abrazo y felíz verano.
ResponderEliminarHola Roberto. Pues cuando andes por Soria ya sabes, tienes unos cuantos despoblados para visitar. Hay cantidad y calidad.
EliminarBuimanco sufrió el mismo infortunio que multitud de pueblos de esta provincia. El progreso no llegaba a ellos. La vida era muy dura y esclava y comodidades había pocas.
Que mejor manera que visitar estos lugares cuando el silencio está bien presente!!
Solo los que proporciona la naturaleza tienen cabida en estos lugares.
Un abrazo y los mismos deseos veraniegos para ti.
Me ha encantado el artículo. Me gusta ir a Buimanco siempre que puedo aunque me pilla lejos. Siempre me ha gustado Buimanco, sobre todo por su situación y sus vistas, sin olvidarme de Vea de donde era mi madre y abuelos. Al leer el artículo iba recordando cosas que me explicaba mi madre sobre Vea.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado el reportaje de Buimanco. Es un pueblo muy bonito. Muchas similitudes tendrían en la vida cotidiana Vea y Buimanco así que leyendo esto te puedes hacer una idea de que la vida en el pueblo de tus antepasados no sería muy diferente.
EliminarTengo ganas de hacer un reportaje sobre Vea. Algún día será.
Gracias por dejar tu comentario.
Un cordial saludo.