Alrededor de quince viviendas llegaron a componer esta aldea en sus mejores tiempos.
Nunca llegó la electricidad hasta Castillo Barués. Los carbureros (lámparas de carburo) y los candiles de aceite y de petróleo les aportaban la iluminación.
Dedicados por entero a la labor agropecuaria, sus campos se sembraban principalmente de trigo y cebada. Para moler el grano se desplazaban hasta Castiliscar.
Cuadrillas de segadores murcianos aparecían en los meses de verano para trabajar en las duras labores de la siega.
La oveja era el animal mayoritario en la ganadería. Los carniceros de Sos eran los encargados de comprar los corderos resultantes en los rebaños.
Conejos, liebres o perdices que previamente se habían cazado suponían un añadido más en las cocinas de las casas.
La estrecha relación con Barués se debía a que para los oficios religiosos tenían que desplazarse hasta allí. Asimismo los niños en edad escolar tenían que recorrer diariamente los dos kilómetros y medio que había entre ambas poblaciones para asistir a la escuela de Barués.
Participaban de lleno en las fiestas de San Gregorio, patrón de Barués, el 9 de mayo.
A Casa El Fraile de Barués acudía la gente joven de Castillo los domingos por la tarde para participar de los bailes que allí se celebraban con música de gramófono.
De Barués acudía el cartero a repartir la correspondencia.
El médico lo hacía desde Sos del Rey Catolico.
Para realizar compras se desplazaban hasta Castiliscar que les pillaba más cerca que su cabecera municipal.
La cercanía (relativa) de Sos y Castiliscar desde donde podían seguir acudiendo a trabajar las tierras unido a la ausencia de servicios básicos (luz, agua, carretera, escuela, médico) propició que las gentes fueran marchando en busca de mejores comodidades. La mecanización del campo también supuso un hándicap para los más jóvenes, la tierra ya no daba trabajo para todos. Estos buscaron futuro en Zaragoza y Barcelona.
El matrimonio formado por José Vidagarin e Isabel Lejarre con sus tres hijos fueron los últimos de Castillo Barués. A principios de los años 80 cerraron la puerta de Casa Ripalda y marcharon para Sos.
Informante: Ángel Rubio de Casa Minguez (Conversación personal mantenida durante la fiesta de San Gregorio de Barués en 2015).
Visitas realizadas en marzo de 2009 y septiembre de 2015.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. La tarde es calurosa y poco tiempo queda de recibir la luz del día. Voy a paso ligero para que me de lo más tiempo posible a visitar todos los rincones de esta solitaria aldea. En mi primera visita hace siete años, las prisas por tener que acudir a otro lugar no me dejaron verla con calma.
Mientras camino voy pensando en la toponimia del lugar. Algunas personas a las que pregunté no supieron darme razón de la existencia de castillo alguno en siglos anteriores. No llegaron referencias por la tradición oral hasta nuestros días. Una persona barajó la hipótesis de que pudiera haber alguna piedra o promontorio con forma de castillo en algún lugar cercano y de ahí podría venir el nombre.
Sea como sea es curioso. Al coronar un repecho ya se tiene la primera visión de la aldea. Bonita imagen.
Me acerco hasta sus muros y la imagen de Casa Mínguez se lleva todo el protagonismo. Sobresale en hechuras, fisonomía y robustez. Una casa poderosa en tiempos pasados. Contemplación. No sobra el tiempo pero su visión bien vale unos minutos.
Gallinas correteando por la parte baja dan signos de que hay presencia humana en Castillo Barués, aunque nadie aparece durante mi estancia allí.
Subo para la parte alta y es al coronar el repecho cuando empieza a sonar una estridente orquesta; un grupo de perros situados en una era, advierten mi presencia y empiezan a ladrar sin descanso. Por suerte están atados y no pueden hacer más que estirarse hasta donde la cadena les permite y enfurecerse más a mi paso. No quiero alterarles así que prosigo con mí caminar.
La aldea no tiene ningún trazado urbano y no hay calles como tal. La mayoría de las casas están separadas unas de otras y solamente están acompañadas por sus edificios auxiliares.
Por arriba ya está todo visto, voy a bajar para abajo y contemplar otra vez la belleza de Casa Mínguez, pero eso supone pasar otra vez por donde están los perros. Enseguida me sienten y otra vez a ladrar. Es tal la potencia con la que manifiestan su descontento con el caminante que pienso que los ladridos se tienen que oír en Castiliscar.
Hacen buen trabajo para espantar a visitantes sospechosos, pero lógicamente ellos no distinguen del bueno y el malo.
Ya me voy porque el sol ya hace unos minutos que se ha puesto y les dejaré que entren otra vez en el mundo de los sueños y de la placidez en el cual estaban hasta que llegué yo a visitar este perdido lugar de Castillo Barués.
Ya se avistan las primeras casas de la aldea. Camino delimitado por los muros de cultivo.
Entrando a Castillo Barués.
Diversas edificaciones en la parte baja de la aldea.
Casa Mínguez. La más pudiente del lugar. Voluminosa y hermosa. Muros de mampuestos regulares en la fachada. La piedra esquinera es de sillería. Revoco en puertas y ventanas. Amplitud de vanos para recibir la luz solar.
Otra visión de Casa Mínguez.
Casa Jovitos. Marcharon a Castiliscar.
Casa Mínguez y Casa Jovitos frente a frente formando una pequeña calle. Contrasta la magnitud y el volumen de una con otra.
Horno a la izquierda y paso cubierto sobre la calle por donde se accedía a dos viviendas, en ruinas desde hace tiempo.
Casa Juan de Biel.
El sol de poniente refleja sus últimos rayos de luz sobre Casa Juan de Biel y sus construcciones auxiliares (corral, cuadra, pajar) dando una tonalidad en color oro a las piedras.
Vivienda y pajar. Fachada de mampuestos irregulares. Sencillez en la piedra y la madera, excepto la puerta de la casa que tiene buenos bloques de piedra caliza conformando el dintel y las jambas, lo mismo sucede en la ventana de arriba, donde aún se mantiene el alfeizar.
Entrando a la aldea por el camino de Barués.
Casa Ripalda, la última que se cerró en Castillo Barués. Portón de acceso al patio.
Casa Ripalda. Interior del patio. Vegetación de todo tipo. Imposible dar un paso.
Visión de Casa Ripalda. Situada sobre un minúsculo altozano. Todas las construcciones auxiliares se agrupan en torno a ella.
Cae la noche sobre Castillo Barués. La luna empieza su jornada laboral.
Para ti debe ser fácil extraer de un lugar aparentemente sencillo un buen reportaje. Sin tus palabras y fotografías puede que Castillo Barués pasase antes desapercibido, ahora tiene un lugar privilegiado entre esa larga lista de despoblados que nos vas mostrando con tanto esfuerzo y dedicación. Gracias. Un saludo.
ResponderEliminarNo es tan fácil como pueda parecer a simple vista.
EliminarPersonas que me han acompañado en alguna ocasión pueden dar fe de que es tarea un tanto ardua y complicada en ocasiones.
Lo que si te puedo decir es que si el trabajo llega a buen puerto produce una satisfacción inenarrable y que solo la pueden sentir los que han vivido en persona el proceso.
Espero que la lista siga aumentando. Cuantos más pueblos sacados del olvido mejor.
Gracias por animosas palabras.
Un cordial saludo.
Vaya pueblo mas bonito. ¿Qué casas? que calles, es una preciosidad, como lo hayan vistos sus antiguos habitantes se habran quedado pasmados. Gracias por mostrarnos estos pueblos.
ResponderEliminarNo hay de que, Tere.
EliminarEl pueblo es bonito ahora y lo fue más en sus buenos tiempos.
Sus antiguos habitantes podrán decir que solo con la belleza del pueblo no se podía vivir.
Saludos.
Hola Faustino,estoy totalmente de acuerdo con anónimo en que gracias a tus palabras e imágenes muchos pueblos que nos muestras pasarían desapercibidos,pero gracias a tu afición y dedicación a los deshabitados,vamos sabiendo siempre de algún pueblo nuevo que recordar y a ser posible visitar cuando hay ocasión,pués nada Faustino,como ya sabes,gracias a tu espléndido blog voy visitando pueblos que no sabría de su existencia si no fuera por tí,un abrazo
ResponderEliminarNada me alegra más que tu personalmente como asiduo lector del blog vayas visitando lugares que previamente has visto aquí.
EliminarAsí podrás comprobar que aunque son bonitos verlos en fotografías, no hay nada comparado con verlos in situ.
Por mi parte sigo diciendo que la principal aportación de este trabajo es salvaguardar la memoria de estos pueblos rescatando el testimonio humano de los que allí vivieron.
Un fuerte abrazo.
La luz del atardecer da un aire más melancólico a las ruinas. Me encanta la última foto con la luna sobre el pueblo. Sería una experiencia pasar una noche en uno de estos pueblos deshabitados.
ResponderEliminarAsí es. El ultimo sol del atardecer da un aire melancólico y nostálgico a las ruinas. Estoy completamente de acuerdo.
EliminarPasar una noche en estos lugares si debe ser una experiencia única. Todo se ve y se siente de distinta manera.
Yo no he dormido en ninguno pero si me ha pillado la noche en más de uno.
Saludos.
Una fotos preciosas de unos edificios que aun guardan parte de su señorio. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias David.
EliminarPues si, a través de las fotos se puede ver la pujanza de alguna de las viviendas que conformaron este lugar, en especial Casa Minguez.
Un abrazo.
Preciosa la entrada al pueblo con esos muros que sujetan lo que parece, creo, olivas. En las siguientes fotografías nos muestras un lugar donde las piedras adquieren ese color particular que ilumina al día con solo su presencia. Ojalá nunca se pierda este encantador pueblo, la piedra sólida, el cuidado de quienes seguro están manteniendo el pueblo libre de vegetación. Mantienen las higueras, pueden comer sus frutos, Aún pueden asomarse a sus ventanas y todavía pueden sentarse al sol para admirar lo que tienen y conservan. Gracias por tu reportaje.
ResponderEliminarNo hay tanta vida en Castillo Barués como pueda entenderse por tus palabras.
EliminarLas casas aguantan bien al exterior, otra cosa es su interior.
Lo que pasa es que todas las tierras siguen siendo cultivadas y eso repercute en sus arboles.
El clima no es muy severo y eso también ayuda.
Gracias por dejar este bonito comentario.
Saludos.
hola Cuando has escrito el articulo estas usando una figura literaria, me alegro, que este pueblo se este habitando. y rehabilitando
ResponderEliminarsañidps.
Más que una figura literaria mi espejo donde verme reflejado es mi admirado Labordeta en Un país en la mochila.
EliminarTanto Los Montes como Urdiales van para arriba.
Saludos.
A mi también me gusta Labordeta, sobre todo esa albada que canta a la despoblación de Aragón.
Eliminarsaludos.
Hola Faustino:
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog. Y me ha encantado.
Además, me ha emocionado mucho ver los restos de la casa de la familia de mi abuela materna. Ella se llamaba Nemesia y en Sos se la conocía por el mote de "JuandiBiel". Vivió en Castillo Barues de pequeña hasta que su padre cayó enfermo y se subieron a Sos.
Yo nunca he estado en la pardina, pero le he oído hablar mucho a mi madre de lo que la suya le había trasmitido. Recuerdos imborrables de aquella época tan difícil y a la vez tan feliz, sin muchas comodidades pero a la vez teniéndolo "todo".
Muchas gracias por este artículo ya que he podido viajar en el tiempo y conocer algo de ese lugar del que tenía referencias pero nunca le puse imágenes.
Y gracias por hacerte eco de estos lugares tan singulares y maravillosos.
Hola Celia.
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Me alegra que el reportaje de Castillo Barués te haya tocado la fibra de la sensibilidad, no en vano ahí están parte de tus raíces. Como bien dices te has podido ambientar un poco del pueblo donde vivió tu abuela los primeros años.
Perfecta reflexión la que haces: Una época tan difícil pero tan felices a la vez, tenían muy poco pero eso les bastaba y les sobraba para ser felices.
Un cordial saludo.
Yo pase veranos preciosos en casa de mi abuela desde Zaragoza ydespues a Sos que recuerdos que nunca olvidare
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