Sobre una colina cónica dando la espalda a la ribera del Ara y la sierra de Cancíás se sitúa Muro de Solana.
Es el pueblo situado más al sur de los catorce que formaban el valle de La Solana.
Cuatro casas (Sastre, Matias, Duaso y Ceresuela) componían esta pequeña población aunque en el siglo XIX llegaron a ser siete viviendas.
Todas ellas ya muy deterioradas, son las que peor han llevado el paso del tiempo, apenas son reconocibles en su trazado urbano.
Enclavado por encima de los 1.000 metros de altitud, tenían en la ganadería su sustento principal. Ovejas y cabras eran las que se repartían todo el volumen ganadero.
Los carniceros de Boltaña y Ainsa subían por allí para comprar los corderos.
Sus campos de cultivo estaban dedicados al cereal (trigo principalmente y cebada y avena en menor medida) y algo de legumbres (judías).
Llevaban a moler el grano al molino de Fiscal.
Tuvieron luz eléctrica desde antes de la guerra por una línea que llegaba desde Fiscal.
La fuente se encontraba en el camino de Sasé a veinte minutos del pueblo. Hasta allí acudían las mujeres a lavar la ropa.
A Espuña
A Taxonera
As Dinuas
El Pinar
Fuente de la Peña María Buesa
Fuente de los Canarellos
O Chinebral
O Garnel
Plano Estibialla
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Muro de Solana que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Los niños en edad escolar asistían a la escuela de Ginuábel.
El cura (mosén Miguel) venía a oficiar misa desde Javierre de Ara. Lo hacía una vez al mes. El sábado anterior se subía a Sasé donde tenía parientes y allí pernoctaba. Por la mañana temprano daba misa en este pueblo, a continuación se desplazaba a Muro de Solana para realizarla en este pueblo y por último marchaba a Ginuábel donde oficiaba la última misa de la mañana. Por la tarde vuelta para Javierre. Realizaba el recorrido siempre andando.
El médico acudía desde Fiscal. Había que bajar una caballería para que subiera hasta Muro a visitar al enfermo.
El cartero subía desde Javierre de Ara.
El herrero (José) acudía dos o tres veces al año a realizar servicios desde Santa Olaria.
Para realizar compras bajaban unas veces a Lacort y otras a Fiscal.
Vendedores ambulantes aparecían periódicamente por Muro ofreciendo su mercancía, como era el caso de los arrieros de Naval vendiendo sus productos de cerámica (botijos, cazuelas, pucheros), de Buera y Adahuesca también llegan algunos comerciantes ofreciendo diversos productos que no se daban en los pueblos de La Solana como aceite, anís, naranjas, etc.
Celebraban sus fiestas patronales el día 8 de septiembre en honor a La Natividad de la Virgen.
De Sasé y Ginuábel acudía mayormente la juventud a compartir las fiestas con los de Muro.
"Nosotros acudíamos todos los años por cercanía a las fiestas de Muro. Como en Ginuábel no teníamos campanas en la iglesia porque se las llevaron cuando la guerra, nos gustaba subir al campanario de la iglesia de Muro para voltear las campanas. Estando en pleno abandeo nos dimos cuenta de que a una campana le faltaba el badajo. Bajamos a la plaza todo asustados sin decir nada a nadie y lo buscamos, al desprenderse del soporte había salido volando hacía la calle, allí estaba clavado en tierra entre la hierba en la placeta de la iglesia. Al enterarse el mosén se escandalizó por el daño que podía haber hecho si hubiera impactado en una de las personas que se encontraban en la calle. A partir de ese año se acabó el abandeo de campanas".
LUIS BUISÁN, de Ginuábel.
El baile se hacía en la era de Casa Duaso con los músicos de Javierre de Ara.
Tenían la fiesta pequeña el 29 de junio para San Pedro.
Las duras condiciones de vida ya había hecho que algunos habitantes de Muro emigraran en busca de una mejor calidad de vida pero el proyecto del pantano de Jánovas y la expropiación de las tierras de monte por parte de Patrimonio Forestal del Estado para repoblarlas de pinos y así evitar el arrastre de piedras y fango que se produciría en época de lluvias hacía la vertiente del embalse fue el empujón definitivo para que marcharan las gentes de Muro y de toda La Solana.
Para los primeros años 60 ya se quedó vacío Muro de Solana. Años antes se habían marchado los de casa El Sastre. Los de casa Ceresuela fueron los siguientes y lo hicieron a Barcelona. Para el final quedaron las dos últimas familias que se fueron en poco intervalo de tiempo. Los de casa Duaso a Barcelona y los de casa Matías a Cofita, pueblo de la comarca del Cinca Medio.
Visita realizada en junio de 2014 en compañía de Dominique Dupont.
Fuentes de información:
-Luis Buisán Villacampa, de Ginuábel.
-Libro: "La Solana, vida cotidiana de un valle altoaragonés" de Carlos Baselga.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. La visita que realizamos a Muro de Solana el amigo Dominique y yo es continuación de la que hemos hecho a Ginuábel. Después de la visita a este pueblo nos encaminamos a conocer Muro situado a unos 45 minutos andando. El camino es suave, solo un poco de desnivel de bajada.
El pueblo se divisa en su estratégica situación desde bastante antes de su llegada. La masa forestal se come todo el terreno, apenas se divisan restos de edificios entre la vegetación. La entrada al pueblo es bonita, se llega por un camino acotado por los muros de piedra seca que delimitan los huertos.
Nada más entrar al pueblo vemos signos evidentes de que hay vida en el lugar; ropa puesta a secar en un muro, una mochila llena junto a una pared, un todo-terreno aparcado en la parte baja del pueblo, el edificio habitado con la puerta entreabierta. Pero nadie aparece ante nuestros ojos. En la hora y media que estamos por el pueblo no conseguimos ver a la persona que se ha instalado a vivir en Muro de Solana. Nunca sabremos si se escondió con nuestra llegada o en esos momentos no se encontraba en el pueblo. Alguna borda más hay arreglada y otra con signos de haber estado habitada en tiempos recientes. Llegamos a la iglesia que tiene un curioso edificio de dos plantas adosado y el tejado del atrio cubierto de una espesísima maleza. Es aquí en los poyetes del atrio de entrada al templo donde decidimos dar cuenta de nuestras viandas: agua y un chupa-chups en mi caso y una cerveza en el caso de Dominique. Es evidente que nuestros cálculos de tiempo han fallado. Son las tres y media de la tarde y según mis cuentas debería estar comiendo en Boltaña pero aquí estamos a más de dos horas del coche y sin nada que llevarnos a la boca. Tampoco es que lo echemos mucho en falta, nos conformamos con saciar la sed y descansar un poco a la sombra. Repuestas las fuerzas empujamos la puerta de la iglesia y entramos en su interior. La oscuridad es total, la única luz que entra al templo es la que llega por la puerta de la calle. Esta desnuda de todo elemento parroquial salvo la pila bautismal. Por encima quedan las vigas que sustentaban el coro.
Salimos a ver el resto del pueblo. Es difícil ya intuir el trazado urbano del pueblo tal es su estado. Las casas son difícilmente reconocibles, pero aun así detalles arquitectónicos salpican el recorrido; pasos de calle bajo arcos, pozos, corrales, cuadras, un curioso sistema de escalera en forma de lajas superpuestas en los muros para acceder al nivel superior y mucha vegetación por toda parte que para eso está la primavera en todo su esplendor (mi nulo conocimiento del mundo vegetal no me permite apreciar hermosos detalles florales que si ve el amigo Dominique). Llegados a la parte más alta del pueblo (la era de casa Duaso), las vistas desde aquí son inigualables, el valle del Ara a los pies y la Peña Cancíás enfrente. La visita toca a su fin porque ya no queda más por ver. Así que vuelta a desandar el camino.
Desde el camino de Fiscal a Sasé se divisa la silueta de la torre de la iglesia de Muro de Solana.
A punto de entrar en Muro de Solana. El musgo pone la nota de color en los muros que delimitan el camino.
La iglesia parroquial de Santa María. La vegetación impide ver el ábside de estilo románico. A la derecha se sitúa el cementerio. Esbelta torre con tres vanos cubierta por un tejadillo cónico. Las dos campanas que tenía fueron llevadas una a Javierre de Ara y la otra a San Juste. La cruz procesional fue llevada al museo diocesano de Barbastro.
Atrio abovedado que antecede a la parroquial. Puerta de acceso adintelada con fecha de inscripción sobre el dintel: AÑO 1789, en medio un corazón coronado por una cruz. Sendos poyos a cada lado de la puerta.
Interior del templo. Ábside semicircular donde se situaba el altar mayor. Capillas laterales.
Copa de la pila bautismal. Ni rastro del pedestal que la sostenía.
Curioso edificio de dos plantas adosado a la torre parroquial. La parte baja era la herrería y la parte alta funcionó a últimos del siglo XIX y principios del XX como escuela.
Casa Matías. Las viviendas fueron de grandes dimensiones. Agonizan sin tejado, vigas y piedras caídas. Vegetación asfixiante.
La parte más alta del pueblo. Era y bordas de casa Duaso. Aquí se celebraban los bailes durante las fiestas patronales. La sierra de la Corona de fondo.
A unos 200 metros del pueblo escondida entre un frondoso bosque de repoblación se encuentra la ermita de San Pedro. El día 29 de junio acostumbraban los vecinos a realizar una romería hasta aquí en su honor. Festividad que se dejó de hacer después de la guerra civil debido a que habían sido quemadas las imágenes que había en su interior durante la contienda.
Es el pueblo situado más al sur de los catorce que formaban el valle de La Solana.
Cuatro casas (Sastre, Matias, Duaso y Ceresuela) componían esta pequeña población aunque en el siglo XIX llegaron a ser siete viviendas.
Todas ellas ya muy deterioradas, son las que peor han llevado el paso del tiempo, apenas son reconocibles en su trazado urbano.
Enclavado por encima de los 1.000 metros de altitud, tenían en la ganadería su sustento principal. Ovejas y cabras eran las que se repartían todo el volumen ganadero.
Los carniceros de Boltaña y Ainsa subían por allí para comprar los corderos.
Sus campos de cultivo estaban dedicados al cereal (trigo principalmente y cebada y avena en menor medida) y algo de legumbres (judías).
Llevaban a moler el grano al molino de Fiscal.
Tuvieron luz eléctrica desde antes de la guerra por una línea que llegaba desde Fiscal.
La fuente se encontraba en el camino de Sasé a veinte minutos del pueblo. Hasta allí acudían las mujeres a lavar la ropa.
A Espuña
A Taxonera
As Dinuas
El Pinar
Fuente de la Peña María Buesa
Fuente de los Canarellos
O Chinebral
O Garnel
Plano Estibialla
**Son algunos topónimos de lugares comunes de Muro de Solana que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
Los niños en edad escolar asistían a la escuela de Ginuábel.
El cura (mosén Miguel) venía a oficiar misa desde Javierre de Ara. Lo hacía una vez al mes. El sábado anterior se subía a Sasé donde tenía parientes y allí pernoctaba. Por la mañana temprano daba misa en este pueblo, a continuación se desplazaba a Muro de Solana para realizarla en este pueblo y por último marchaba a Ginuábel donde oficiaba la última misa de la mañana. Por la tarde vuelta para Javierre. Realizaba el recorrido siempre andando.
El médico acudía desde Fiscal. Había que bajar una caballería para que subiera hasta Muro a visitar al enfermo.
El cartero subía desde Javierre de Ara.
El herrero (José) acudía dos o tres veces al año a realizar servicios desde Santa Olaria.
Para realizar compras bajaban unas veces a Lacort y otras a Fiscal.
Vendedores ambulantes aparecían periódicamente por Muro ofreciendo su mercancía, como era el caso de los arrieros de Naval vendiendo sus productos de cerámica (botijos, cazuelas, pucheros), de Buera y Adahuesca también llegan algunos comerciantes ofreciendo diversos productos que no se daban en los pueblos de La Solana como aceite, anís, naranjas, etc.
Celebraban sus fiestas patronales el día 8 de septiembre en honor a La Natividad de la Virgen.
De Sasé y Ginuábel acudía mayormente la juventud a compartir las fiestas con los de Muro.
"Nosotros acudíamos todos los años por cercanía a las fiestas de Muro. Como en Ginuábel no teníamos campanas en la iglesia porque se las llevaron cuando la guerra, nos gustaba subir al campanario de la iglesia de Muro para voltear las campanas. Estando en pleno abandeo nos dimos cuenta de que a una campana le faltaba el badajo. Bajamos a la plaza todo asustados sin decir nada a nadie y lo buscamos, al desprenderse del soporte había salido volando hacía la calle, allí estaba clavado en tierra entre la hierba en la placeta de la iglesia. Al enterarse el mosén se escandalizó por el daño que podía haber hecho si hubiera impactado en una de las personas que se encontraban en la calle. A partir de ese año se acabó el abandeo de campanas".
LUIS BUISÁN, de Ginuábel.
El baile se hacía en la era de Casa Duaso con los músicos de Javierre de Ara.
Tenían la fiesta pequeña el 29 de junio para San Pedro.
Las duras condiciones de vida ya había hecho que algunos habitantes de Muro emigraran en busca de una mejor calidad de vida pero el proyecto del pantano de Jánovas y la expropiación de las tierras de monte por parte de Patrimonio Forestal del Estado para repoblarlas de pinos y así evitar el arrastre de piedras y fango que se produciría en época de lluvias hacía la vertiente del embalse fue el empujón definitivo para que marcharan las gentes de Muro y de toda La Solana.
Para los primeros años 60 ya se quedó vacío Muro de Solana. Años antes se habían marchado los de casa El Sastre. Los de casa Ceresuela fueron los siguientes y lo hicieron a Barcelona. Para el final quedaron las dos últimas familias que se fueron en poco intervalo de tiempo. Los de casa Duaso a Barcelona y los de casa Matías a Cofita, pueblo de la comarca del Cinca Medio.
Visita realizada en junio de 2014 en compañía de Dominique Dupont.
Fuentes de información:
-Luis Buisán Villacampa, de Ginuábel.
-Libro: "La Solana, vida cotidiana de un valle altoaragonés" de Carlos Baselga.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Punto y aparte. La visita que realizamos a Muro de Solana el amigo Dominique y yo es continuación de la que hemos hecho a Ginuábel. Después de la visita a este pueblo nos encaminamos a conocer Muro situado a unos 45 minutos andando. El camino es suave, solo un poco de desnivel de bajada.
El pueblo se divisa en su estratégica situación desde bastante antes de su llegada. La masa forestal se come todo el terreno, apenas se divisan restos de edificios entre la vegetación. La entrada al pueblo es bonita, se llega por un camino acotado por los muros de piedra seca que delimitan los huertos.
Nada más entrar al pueblo vemos signos evidentes de que hay vida en el lugar; ropa puesta a secar en un muro, una mochila llena junto a una pared, un todo-terreno aparcado en la parte baja del pueblo, el edificio habitado con la puerta entreabierta. Pero nadie aparece ante nuestros ojos. En la hora y media que estamos por el pueblo no conseguimos ver a la persona que se ha instalado a vivir en Muro de Solana. Nunca sabremos si se escondió con nuestra llegada o en esos momentos no se encontraba en el pueblo. Alguna borda más hay arreglada y otra con signos de haber estado habitada en tiempos recientes. Llegamos a la iglesia que tiene un curioso edificio de dos plantas adosado y el tejado del atrio cubierto de una espesísima maleza. Es aquí en los poyetes del atrio de entrada al templo donde decidimos dar cuenta de nuestras viandas: agua y un chupa-chups en mi caso y una cerveza en el caso de Dominique. Es evidente que nuestros cálculos de tiempo han fallado. Son las tres y media de la tarde y según mis cuentas debería estar comiendo en Boltaña pero aquí estamos a más de dos horas del coche y sin nada que llevarnos a la boca. Tampoco es que lo echemos mucho en falta, nos conformamos con saciar la sed y descansar un poco a la sombra. Repuestas las fuerzas empujamos la puerta de la iglesia y entramos en su interior. La oscuridad es total, la única luz que entra al templo es la que llega por la puerta de la calle. Esta desnuda de todo elemento parroquial salvo la pila bautismal. Por encima quedan las vigas que sustentaban el coro.
Salimos a ver el resto del pueblo. Es difícil ya intuir el trazado urbano del pueblo tal es su estado. Las casas son difícilmente reconocibles, pero aun así detalles arquitectónicos salpican el recorrido; pasos de calle bajo arcos, pozos, corrales, cuadras, un curioso sistema de escalera en forma de lajas superpuestas en los muros para acceder al nivel superior y mucha vegetación por toda parte que para eso está la primavera en todo su esplendor (mi nulo conocimiento del mundo vegetal no me permite apreciar hermosos detalles florales que si ve el amigo Dominique). Llegados a la parte más alta del pueblo (la era de casa Duaso), las vistas desde aquí son inigualables, el valle del Ara a los pies y la Peña Cancíás enfrente. La visita toca a su fin porque ya no queda más por ver. Así que vuelta a desandar el camino.
Desde el camino de Fiscal a Sasé se divisa la silueta de la torre de la iglesia de Muro de Solana.
A punto de entrar en Muro de Solana. El musgo pone la nota de color en los muros que delimitan el camino.
Radiante estampa primaveral en Muro de Solana.
La iglesia parroquial de Santa María. La vegetación impide ver el ábside de estilo románico. A la derecha se sitúa el cementerio. Esbelta torre con tres vanos cubierta por un tejadillo cónico. Las dos campanas que tenía fueron llevadas una a Javierre de Ara y la otra a San Juste. La cruz procesional fue llevada al museo diocesano de Barbastro.
Atrio abovedado que antecede a la parroquial. Puerta de acceso adintelada con fecha de inscripción sobre el dintel: AÑO 1789, en medio un corazón coronado por una cruz. Sendos poyos a cada lado de la puerta.
Interior del templo. Ábside semicircular donde se situaba el altar mayor. Capillas laterales.
Copa de la pila bautismal. Ni rastro del pedestal que la sostenía.
Curioso edificio de dos plantas adosado a la torre parroquial. La parte baja era la herrería y la parte alta funcionó a últimos del siglo XIX y principios del XX como escuela.
Calle de San Pedro.
Casa Matías. Las viviendas fueron de grandes dimensiones. Agonizan sin tejado, vigas y piedras caídas. Vegetación asfixiante.
Calleja lateral por debajo de la vivienda.
Poco queda visible del esplendor de Casa Duaso.
La parte más alta del pueblo. Era y bordas de casa Duaso. Aquí se celebraban los bailes durante las fiestas patronales. La sierra de la Corona de fondo.
Rincón urbano de Muro.
Pozo cubierto.
Foto cedida por Cristian Laglera.
A unos 200 metros del pueblo escondida entre un frondoso bosque de repoblación se encuentra la ermita de San Pedro. El día 29 de junio acostumbraban los vecinos a realizar una romería hasta aquí en su honor. Festividad que se dejó de hacer después de la guerra civil debido a que habían sido quemadas las imágenes que había en su interior durante la contienda.
Me sigo emocionando con tus reportajes, de verdad, muchas gracias.
ResponderEliminarBuena señal después de haber leído unos cuantos es que te sigan emocionando los reportajes. Te toca la fibra de la sensibilidad Angelines, no es para menos.
EliminarSaludos.
Buen trabajo Faustino, preciosas fotografías. Son cuatro casas pero bonitas y con la solidez caracteristica de la zona del Sobrarbe, lastima que esten "espaldadas".
ResponderEliminarMe encanta la comarca del Sobrarbe, ha habido muchos pueblos deshabitados o casi-desahabitados que se han rehabilitado y ahora da gusto verlos.
Gracias por tu estupendo trabajo.
Un Abrazo.
Las casas se han venido abajo más rápido de lo habitual, son otros edificios los que sustentan un poco la belleza que emana en Muro.
EliminarSi a ti te gusta ya somos dos los que sentimos muchísima atracción por Sobrarbe, es más yo lo extendería a toda Huesca y por ende a Aragón.
Un abrazo Mariano.
Leído , visto y , como siempre , admirado en cuanto que seguidor de tu blog soy. un abrazo.
ResponderEliminarGuillermo
Bueno Guillermo, pues te doy las gracias habituales por estar ahí siempre.
EliminarUn abrazo.
Magnífico emplazamiento y bellísimo pueblo. Tengo intención de volver pronto, se me quedaron algunas cosas importantes sin fotografiar.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo Faustino.
Totalmente de acuerdo en su magnifico emplazamiento. Pero pienso que hemos llegado un poco tarde a conocer Muro de Solana para poder apreciar la belleza que tuvo que tener, con sus atractivas viviendas y un hermoso trazado urbano.
EliminarNo te demores mucho en volver a este pueblo porque el tiempo no perdona.
Un abrazo Cristian.
Hola Faustino,bonita tuvo que ser esa aldea antes de que fuera abandonada y engullida por la vegetación,como siempre,bonitos rincones has captado con la cámara,ah,y menos mal que no le cayó a nadie el badajo en la cabeza,un abrazo
ResponderEliminarBonito tuvo que ser este pueblo si señor, ahora cuesta un poco imaginar como sería. Tiene muchos detalles muy pintorescos y atractivos en su recorrido urbano pero para mi falta lo primordial y es el buen estado de las viviendas.
EliminarAun así recomendable para visitar.
Lo del badajo pues se quedó en una anécdota que no pasó a mayores y que hoy sirve para recordar como un suceso de los que se daban antaño.
Un abrazo Roberto.
faustino, deseo compartirte estos pensamientos para ti con toda mi admiracion ; Con el trabajo de tu blog, nos llevas a la presencia de la memoria para que hagamos desaparecer el olvido, y nos llevas tambien a honrar a aquellos que no nos pueden retribuir. Haz invertido veintiocho tiempos que te han convertido en un heraldo de una parte de Espana que obligada...se fue, y de la que todavia se resiste a partir. Sigue recorriendo, pues amigo, esos caminos para que junto contigo nosotros tus lectores vayamos tambien. En hora buena.
ResponderEliminarfelicidades mis mejores deseos para ti y tu familia, desde Honduras con mucha amistad.
ResponderEliminarQue más puedo decir con estas calurosas y acogedoras palabras.Muchas gracias. Se agradecen. Porque me imagino que los dos comentarios son tuyos.
EliminarMe alegra saber que en America también hay gente con sensibilidad con el tema de la despoblación en España.
No por lejano deja de ser interesante.
Un abrazo amigo hondureño.
Buenas faustino lindo pueblo con pocas viviendas pero con mucha vida que a rastraba y que lindo tubo que ser en su esplendor pequeño como cuentas pero muy a cogedor y que verdo sebe por las calles y que bonito tenia que dar gusto de vivir yaaa¡¡¡¡ se con muchas incomodidades pero que pueblo nolos tenia ¡¡¡ bueno para que habla tu lo sabes mejor que nadie con lo que llevas corrido ¿ e ? en hora buena me encanta el reportaje sus historias como siempre a migo mio eres fenómeno un a brazo par ti y ceci
ResponderEliminarPara las gentes de Muro seguro que era el mejor pueblo del mundo por muchas incomodidades que pudiera tener. Con buena armonía y sacandole todo el provecho posible al medio natural les bastaba para ser felices aunque eso no quita para que cuando la emigración llamó a sus puertas decidieran irse en busca de un mejor futuro. Lo que si estaría por asegurar es que por muy lejos que se fueran siempre llevarían a Muro de Solana en su corazón.
EliminarUn abrazo Nati.
El Pueblo de Mi abuela, Muchas gacias.
ResponderEliminarEl pueblo de mi madrina mi tía Concha de casa Matías, lo recuerdo por su belleza y muchas gracias por el reportaje
ResponderEliminarEl pueblo de mi bisabuelo, un Duaso hijo de casa Duaso que no era heredero y emigró ya a finales del XIX al Somontano. Gracias por el reportaje.
ResponderEliminarFrancisco Buisán, natural de Muro, se casó con Juana Garcés de Fanlo, sus descendientes son de casa Molinero de Fanlo, y conservamos el apellido Buisán. En los años 70-80 cuando íbamos al pueblo, parábamos en Santaolaria a saludar a unos parientes, seguramente tb enraizados con los de Muro. Gracias por el artículo.
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