El Rul (Castellón)

Situada sobre una loma por encima del barranco de Santa Ana se encuentra la bonita aldea de El Rul, una de las numerosas masías que componían el término municipal de Zucaina.
Doce viviendas llegaron a componer la aldea.
Nunca llegó la luz eléctrica ni el agua hasta las casas de El Rul.
Zucaina, su cabecera municipal se encontraba a algo más de una hora de camino.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de trigo, cebada y patatas principalmente.
Llevaban a moler el grano indistintamente a Zucaina y a San Vicente.
La oveja era el animal de referencia en lo que a la ganadería se refiere.

Acudían a los oficios religiosos (misa dominical, bodas, bautizos, defunciones) a la iglesia de Zucaina y también se desplazaban hasta el ermitorio de Santa Ana.
A Santa Ana acudían los niños a la escuela que allí había, hasta que años más tarde hicieron una escuela en la masía La Pedriza para las masías de la Partida de Arriba y que no tuvieran que hacer desplazamientos diarios tan largos hasta Santa Ana.
El médico venía desde Zucaina cuando la situación era muy grave, lo normal es que fuera el enfermo al pueblo a ser visto por el doctor.
Se desplazaban hasta Zucaina para realizar compras, ocasión que aprovechaba cualquier vecino para coger la correspondencia y llevarla a la vuelta hasta El Rul.
Algunos vendedores ambulantes aparecían por la masía como era el caso de Joaquín el botiguero de Zucaina, una señora a la que llamaban la jabonera procedente de Llucena y algún vendedor de Castillo de Villamalefa vendiendo albarcas y ropa.
Hacían desplazamientos más largos de dos días hasta los pueblos de la Serra d´Espadà a comprar aceite, ya que estos pueblos eran buenos productores de ello, como era el caso de Algimia de Almonacid.

"A veces intercambiábamos productos de los que carecíamos con otros que aquí teníamos de manera más abundante. Así llevábamos trigo y patatas y lo cambiábamos por aceite en Higueras o en Pavias". MARCELINO BOU.

Cuando tenían que hacer algún desplazamiento a la capital, salían al cruce de la carretera a las 7 de la mañana para coger el coche de línea; el Hispano-Americano que hacía el recorrido Cortes de Arenoso-Castellón.

Como en todas las masías, los carnavales era la única fiesta que realizaban en la aldea, duraban tres días y el segundo de ellos se celebraba un animado bureo (baile masovero).
Además bajaban el día 1 de mayo a la ermita de Santa Ana, patrona de Zucaina, donde se realizaba una misa y una comida campestre, para a continuación regresar a sus casas.

"Los de El Rul y las otras masías de la Partida de Arriba teníamos por costumbre al volver de Santa Ana parar en la masía Azareto donde echábamos unos tragos de vino y hacíamos un poco de baile antes de volver a casa" MARCELINO BOU.

También acudían, pero en menor medida el día 24 de agosto al ermitorio de San Bartolomé en termino de Villahermosa del Rio.

La vida en El Rul a pesar de vivir en buena armonía era dura. La falta de servicios básicos, la lejanía de Zucaina, los malos accesos y las ganas de buscar una mejor calidad de vida hizo que en las décadas de los 50 y 60 se fuera produciendo el lento goteo de la emigración. La mayoría de los vecinos se marcharon a Barcelona y a Castellón.
Marcelino Bou y Rosa Guillamón con los dos hijos que tuvieron: Marcelino y José Antonio, fueron los últimos de El Rul. Cerraron la puerta de su casa en 1972 y se marcharon a San Vicente.

"Era muy triste ya la vida aquí, mi marido todo el día fuera trabajando y los hijos internos en Zucaina, por lo que estaba todo el día sola, no veías a nadie. En El Cañuelo y en La Pedriza se habían marchado todos, no venían ya vendedores ni nadie por aquí, y además si se ponía alguno de los niños enfermo te tocaba llevarlo cargado a la espalda al médico a Zucaina, y así durante una hora de trayecto. Te daba pesar por las fincas dejarlas abandonadas, pero ya no era plan estar allí más tiempo solos". ROSA GUILLAMÓN.

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Informantes: Marcelino Bou y Rosa Guillamón, el último matrimonio que habitó la masía de El Rul (Conversación personal mantenida en la plaza de San Vicente).

Visitas realizadas en mayo de 1998 y en julio de 2012.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

El Rul en 1998.




Entrando a El Rul.




Calle de El Rul.




La misma calle en otro ángulo.




Vivienda.




Vivienda y puerta de acceso al patio.




Precioso encuadre, el horno comunitario en primer plano y por detrás la casa del tío Peporro (izquierda) y la del tío Celestino (derecha).



La casa del tío Peporro.




La última casa que se cerró en El Rul. Paradójicamente es la única de toda la aldea que se ha venido abajo.



Casa Venta, solitaria, situada unos metros por debajo del núcleo principal.



Las traseras de las viviendas asomadas al borde de la loma.




Una de las tres eras de trillar que había en la masía.

Navapalos (Soria)


Uno de los despoblados más bonitos de España es sin lugar a dudas este pueblo de Navapalos, situado en la margen izquierda del río Duero. El museo del adobe se le podría catalogar a esta población, una combinación de lo que fue y de lo que pudo ser. Bellísimas construcciones que agonizan se mezclan con otras a medio rehabilitar y algunas recuperadas del todo con técnicas constructivas muy novedosas.
Situado en un llano, unos metros por encima de la orilla del río Duero, unas veinte viviendas llegaron a componer Navapalos en sus mejores tiempos, dedicados a la agricultura (trigo y cebada principalmente) y a la ganadería (ovejas). La caza (conejos y perdices) y la pesca (barbos y truchas) era un buen complemento para las cocinas de las casas. Había muchas plantas de lavanda en su termino de cuyas flores se extraía la esencia utilizada para productos de cosmética. Flores que se destilaban en Vildé y que después de un proceso acababan en Andalucía.
Desde 1956 conocieron la luz eléctrica en Navapalos.

Celebraban sus fiestas patronales los días 16 y 17 de septiembre en honor a San Pedro Advincula. Fiestas muy concurridas por las gentes de los pueblos de alrededor, donde no faltaba la misa y procesión, además del baile en la plaza, donde dos acordeonistas hacían bailar a los presentes. Como complemento se realizaban torneos de bolos, de tanguilla y de pelota a mano.

El cura venia desde el cercano pueblo de La Rasa a oficiar los actos religiosos, siendo don Jacinto el último cura que acudió a oficiar misa en Navapalos, venía desde El Burgo de Osma en coche.
El médico acudía desde Fresno de Caracena.
El cartero venía desde El Burgo de Osma en bicicleta.
A La Rasa se desplazaban los vecinos a comprar a la tienda de comestibles que allí había.
Desde La Rasa y desde Vildé venían vendedores ambulantes con furgonetas ofreciendo todo tipo de productos que no había en el pueblo (comestibles, droguería, etc.).
Desde Osma venía el panadero con una furgoneta y desde El Burgo llegaba también un frutero, otros vendedores se dejaban ver de vez en cuando también por allí como un señor que iba vendiendo miel en una moto.

Como en toda la comarca de El Burgo, la emigración sacudió de lleno a Navapalos, marchándose sus vecinos en busca de un futuro mejor a las capitales (Barcelona, Madrid, Zaragoza, Bilbao), así en los últimos años solo quedaban en el pueblo cuatro casas abiertas: la del tío Martin, la del tío Alejo, la del tío Eusebio y la casa del pastor (Joaquín). María Silleras fue la última en marchar de Navapalos, al morir su marido (Eusebio) estuvo un año más viviendo en el pueblo hasta que se marchó a La Rasa con una hija. Hecho que aconteció en el año 1974.
El pueblo se mantuvo unos años en el olvido más absoluto hasta que apareció por allí Erhard Rohmer, un arquitecto alemán, presidente de la ONG : Inter-acción- Fundación Navapalos, que en 1984 se fijó en Navapalos para rehabilitar el pueblo con técnicas y materiales antiguos (adobe y tapial) complementado con energías innovadoras (arquitectura bioclimática y energías renovables y limpias), así consiguieron recuperar varios edificios, a la vez que se realizaban campos de trabajo en verano con alumnos venidos de todas partes que se interesaban en estas técnicas y aprendían a trabajar el adobe. Después de estar unos años funcionando el proyecto se paró debido a la falta de subvenciones, no hay movimiento veraniego de talleres, ni cursos y en la actualidad solo una persona habita de forma permanente Navapalos en espera de que todo se vuelva a poner en marcha.

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Informantes:
-Antiguo vecino de Navapalos (Conversación mantenida por correo electrónico por medio de terceras personas).
-Antigua vecina de Navapalos (Conversación mantenida por correo electrónico por medio de terceras personas).


Visitas realizadas en noviembre de 1991, febrero de 1996 y enero de 2011.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Entrada al pueblo por el camino de La Rasa.




Entrada al pueblo por el camino de Fresno de Caracena.




Calle Real. El bellísimo empedrado original del suelo ya muy deteriorado.




Calle Real. A la izquierda el ayuntamiento que compartía edificio con la oficina de correos. Al fondo la casa del tío Martin y la casa del tío Alejo, fueron de los que aguantaron hasta el final en Navapalos. Martin murió en el pueblo y Alejo se marchó con un hijo a El Burgo de Osma.



La escuela de Navapalos.




La iglesia parroquial de San Pedro.




Atalaya de Navapalos.




Calle Real.




Rincones de gran belleza por todas las partes del pueblo.




Magnifica rehabilitación respetando el modelo tradicional con entramado de madera (la casa pinariega).



Hay diversas edificaciones en la parte alta del pueblo donde se ve la huella del trabajo que realizaron los alumnos durante sus estancias veraniegas en Navapalos.



Calle Real. Bajando hacia la plaza.




Plaza Mayor de Navapalos. Junto al olmo en una tarima se situaban los músicos en las fiestas.




Bonita fachada de una vivienda en la plaza.




La casa de Eusebio Ocón y María Silleras, fue la última que se cerró en Navapalos.
"Era una casa bastante grande, mis abuelos tuvieron once hijos. Arriba estaban las habitaciones, en la planta baja estaba la cocina, el comedor y el establo del burro, que me acuerdo que lo primero que hacia cuando salía a la calle era tumbarse boca arriba y rascarse la espalda. Tenían luego otra casa que la utilizaban como trastero". CARMEN SÁNCHEZ



Calle de Navapalos.




En un paraje cercano de extraordinaria belleza se ubica la fuente de Navapalos.




Lavadero.




El río Duero a su paso por Navapalos.

                          ¨Sobre Navas de Palos el Duero va a passar,
                          A la Figueruela mio Cid iba posar¨.


Fragmento del Cantar de Mío Cid, donde según cuenta utilizó un vado que había antiguamente por aquí para cruzar el rio y pernoctar en las cercanías del pueblo.

Caudilla (Toledo)

A 565 metros de altitud en una tierra llana y fértil se asienta el pequeño pueblo de Caudilla, conformado por una quincena de viviendas agrupadas en torno a la iglesia parroquial y al castillo, símbolos históricos de esta población. Su trazado urbano se basaba en una plaza y una calle principal.
Su nomenclátor poblacional habla de un censo de habitantes con pocas variaciones desde principios de siglo XX donde contaba con un numero de 59 personas residentes, pasando por 1940 que llegó a su cifra más alta con 79 y entrando en su etapa final a últimos de los 60 con 30 habitantes.
Fue municipio independiente pero en 1973 se fusionó con el pueblo de Val de Santo Domingo conformando el municipio de Santo Domingo-Caudilla.
El pueblo en su casi entera totalidad pertenecía a un hacendado: Don Claudio Ruiz Bajo, muerto por represalia durante la guerra civil española junto con sus tres hijos varones (José, Alejandro y Jesús). Sus dos hijas (Dolores y Cándida Ruiz del Álamo), se hicieron cargo de las posesiones al finalizar la contienda, dividiendo las fincas de labor en dos partes.
Los habitantes de Caudilla (en su mayoría) por tanto eran jornaleros que trabajaban a sueldo para estas familias.

"Muy buena gente eran los amos con nosotros, siempre nos trataron con respeto, no se ganaba mucho pero tenias el jornal seguro, nos cedían la casa (solo pagábamos la luz), nos dejaban tener animales de granja como gallinas y algún cerdo, ellos amasaban el pan y nos daban a todas las familias, así como alguna arroba de garbanzos o judías de cuando en cuando. Así que el pueblo era como una pequeña familia, había muy buena armonía, en las noches de verano era costumbre que nos juntáramos mucha gente a sentarnos a la fresca en la puerta de cualquier vecino". (Antiguo vecino de Caudilla)

Contaron con luz eléctrica desde 1934 por una línea que venía desde Novés por medio de la electricidad que producía la fábrica Electro- harinera de Nuestra Señora de la Monjía.
Para consumo de agua tenían una fuente a 400 metros del pueblo, al mismo lugar iban las mujeres a lavar la ropa por encontrarse allí el lavadero.
Tenían buenas fincas de cultivo dedicadas principalmente al trigo, cebada, legumbres, viñas y unos pocos olivos. En época de mucho trabajo en la vendimia venían vecinos de Santo Domingo a trabajar a jornal.
Iban a moler el trigo para elaborar el pan al molino harinero de Nuestra Señora de la Monjía en término de Novés y el grano destinado a pienso para los animales lo llevaban al molino de San Silvestre en término de Maqueda.
Para la molienda de las aceitunas lo hacían a la almazara de Santo Domingo.
La ganadería estaba conformada principalmente por la oveja y no faltaban tampoco buena cantidad de mulas para las labores del campo.
Era costumbre matar uno o dos cerdos al año en cada casa en época de matanza.
No en mucha abundancia pero la presencia de conejos y perdices en sus tierras suponía un reclamo para los aficionados a la caza.
El invierno era benévolo por estas latitudes, aún así alguna pequeña nevada de corta duración se dejaba ver en invierno.
Estaban muy faltos de arbolado con la consiguiente falta de leña, por ello tenían que ir a comprarla de encina a la finca de El Soto en término de Maqueda.

Barcina
Camino de Barcience
Camino de Torrijos
Colada de Maqueda
Conejuelo
El Potro
El Rollo
La Huerta
La Pelejera
Las Atravesadas
Las Barrancas
Los Frailes
Muladares
Portocarrero
Prado de la Fuente
Tierra Gorda
Valdelaplata

**Son algunos topónimos de lugares comunes de Caudilla que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**


Celebraban sus fiestas patronales el 16 de abril, en honor al Cristo de Caudilla. Se celebraba misa mayor, procesión, verbena y baile en la plaza amenizada por la banda de música de Val de Santo Domingo. Gentes venidas de los pueblos cercanos: Santo Domingo, Torrijos, Novés, Alcabón, San Silvestre... acompañaban a los nativos de Caudilla en este día. Después de la guerra civil ya no se celebró baile alguno el día de la fiesta. La festividad quedó reducida a una misa y una procesión.
La juventud los domingos buscando un poco de ocio se desplazaba a Torrijos (cine y baile), Novés (cine y baile) o Santo Domingo (baile).

Para hacer compras se desplazaban a Santo Domingo, Novés o si eran compras de más envergadura lo hacían a la capital comarcal, Torrijos, sobre todo a últimos de septiembre cuando se celebraba allí la feria de ganado anual. Días plenos de ebullición humana y de gran contacto social entre todas las gentes de la comarca.
Desde Torrijos, Fuensalida o Maqueda llegaban periódicamente vendedores ambulantes ofreciendo mercancía variada, desde productos alimenticios a telas y paños.

Don Mateo, el cura de Val de Santo Domingo era el que venía a Caudilla a dar misa.
"Llevaba los dos pueblos, primero daba misa allí, había que ir a buscarle con una tartana, oficiaba la misa en el pueblo y se le volvía a llevar en el mismo carruaje a Santo Domingo".
(Antiguo vecino de Caudilla)


También el secretario del ayuntamiento y el cartero llegaban desde el vecino pueblo.
El camino inverso lo hacían muy frecuentemente los vecinos de Caudilla hacia Santo Domingo dado que allí había más servicios e infraestructuras y la cercanía que existía entre ambos pueblos.
Así acudían a Val de Santo Domingo a consulta médica, a hacer compras, los domingos al baile y a la taberna entre otros motivos.

La mecanización del campo supuso el ocaso de Caudilla, la maquinaria sustituyó a la mano de obra y los jornales fueron disminuyendo drásticamente, así en la década de los 70 ya solo permanecían en Caudilla dos tractoristas y un pastor. Sus vecinos se fueron marchando hacia Val de Santo Domingo, Novés, Torrijos y Madrid entre otros lugares.
En la actualidad algunos descendientes de los antiguos propietarios de Caudilla han arreglado alguna casa para estancias esporádicas y las tierras están todas cultivadas al estar arrendadas a agricultores de Santo Domingo, por lo que en Caudilla raro es el día que no haya presencia humana.

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Informante: Antiguo vecino de Caudlla (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa en Val de Santo Domingo).
Otra fuente de información: Vecino de Novés (Conversación personal mantenida a la puerta de su casa).


Visitas realizadas en septiembre de 2012 y marzo de 2025.

Punto y aparte. He vuelto a Caudilla. Trece años después de mi primera visita. El pueblo sigue igual. Aletargado, somnoliento. Entre reminiscencias del pasado y acomodamiento en el presente, lucha Caudilla por sobrevivir en el mundo de los "vivos". No es pueblo solitario y olvidado. No es pueblo abandonado, es deshabitado. Hay un pequeño numero de viviendas que están rehabilitadas y en buen estado que denotan la presencia periódicamente de sus moradores, por no hablar de los agricultores que tienen sembrados los campos que contornean el pueblo. Bien es verdad que sus dos emblemas arquitectónicos: el castillo y la iglesia agonizan sin remisión ante la indiferencia de quien tuviera el poder de evitarlo.
En esta mañana de invierno que está dando sus últimas bocanadas hago una nueva incursión por estas tierras toledanas exentas (salvo contadas excepciones como el caso de este pueblo) de pueblos deshabitados. Al paso por Novés el pueblo se está despertando apenas. Poco movimiento todavía por ser temprano. En unos minutos me planto en Caudilla. Aquí si que no hay ningún tipo de movimiento ni actividad humana, aunque según vaya avanzando el tiempo la cosa irá cambiando.
Voy por su calle principal y casi única. Todo igual. Alternancia de viviendas en buen estado con otras en estado ruinoso pero con las fachadas todavía en pie. Un gallo cacarea a mi paso. No le veo pero le escucho. Contemplo las edificaciones. Contraste de colores y de tipología arquitectónica. No encuentro nada diferente a trece años atrás. Ya diviso la silueta del castillo con su inconfundible imagen de un Cristo en piedra sobre una de las almenas de la torre desafiando al equilibrio y a los caprichos de los fenómenos atmosféricos. Llego al final de la calle. Se ha protegido alguna nave con puerta metálica y otra con candado en la verja. El día está un poco gris y el sol que trata de abrirse paso entre las nubes no tiene la suficiente fuerza para sobreponerse por lo que la imagen del castillo queda un poco eclipsada. Han vallado todo el perímetro y a diferencia de mi primera visita que si pude hacerlo ahora ya no es posible acercarse hasta los mismos muros de los restos de la fortaleza. Hay que contemplarlo a una distancia de cien metros. Cojo el camino de la derecha que me llevaría hasta Torrijos, ando unos centenares de metros, los campos adyacentes están exultantes de verdor por las últimas lluvias caídas. Vuelvo sobre mis pasos y me encamino nuevamente hacia el pueblo. Veo la primera presencia humana del día en Caudilla, una persona está haciendo fotos al castillo. Nos intercambiamos un buenos días y cojo el camino en esta ocasión que me llevaría a Barcience. Veo la silueta del castillo desde otra perspectiva. Continuo caminando, me cruzo con una chica joven que va haciendo footing. Muchos charcos por el camino. Es el resultado de los continuos días sin parar de llover que hemos tenido estos días. Al cabo de unos minutos me doy la vuelta y me dirijo nuevamente al pueblo. Bonita panorámica desde aquí con el castillo, la iglesia y la sierra de Gredos de fondo con nieve en sus cumbres. Y el verde de los campos cultivados poniendo su nota de color.
Al llegar a la altura de la iglesia me quedo unos instantes contemplándola, hermosísima su imagen exterior, languideciendo, el tejado ya muestra las dentelladas del reuma que produce las goteras y la falta de mantenimiento. Me dirijo hacía el templo. La entrada principal está tapiada. La contorneo, por su lado este hay un boquete que permite el paso al interior del recinto pero hay que hacerlo a gatas. Me introduzco por la pequeña abertura y contemplo un interior grandioso, de mucha amplitud. Es de una sola nave y de forma rectangular. Ningún ornamento religioso visible, nada de mobiliario ni de detalles arquitectónicos subsistiendo. El techo presenta varios boquetes que presagian mal panorama para el templo. La huella de los vándalos bien presente en forma de infames pintadas en las paredes, suciedad en el suelo y restos de algún botellón. Sobrecoge estar en el interior de esta iglesia por su envergadura e imaginar como sería todo setenta años atrás con las misas dominicales. Agonizan unas pinturas murales en una capilla lateral. Intento subir al campanario pero a mitad de trayecto veo que faltan escalones por lo que es misión imposible. Salgo nuevamente al exterior. La contorneo por completo. Hermosa desde todos los ángulos. Lástima de su triste final.
Cerca está el edificio municipal que compartían la escuela y el ayuntamiento. La fachada exterior sigue en pie pero adentrarse en su interior ya no es posible, se ha desplomado el piso de la planta superior y ya es una amalgama de escombros y vegetación. En la parte de atrás alguien no ha tenido mejor idea que utilizarlo como vertedero de muebles y allí yacen esparcidas un buen número de maderas y otros restos.
Hay un edificio solitario un poco más alejado que no le di mucha importancia en mi primera visita pero que ahora si lo hago y voy a contemplarlo con más calma. Es un tejar donde se elaboraban tejas y ladrillos, presentes en muchas construcciones del pueblo como es el caso del cercano transformador de la luz. Bastante desconocidos pero muy singulares estas tejerías. Haciendo trabajar la imaginación se puede reconstruir mentalmente un día cualquiera de trabajo de antaño. Me acerco al cementerio. Aquí si que no hay novedad de ningún tipo. Encamino mis pasos nuevamente hacia el pueblo, cojo el camino de la derecha que me llevaría a Maqueda. Voy en busca de la fuente. A los pocos metros me cruzo con un coche donde va una ocupante que me saluda cortésmente levantando la mano. Ignoro de donde viene ni a donde va, si viene de la fuente, de alguna finca cercana o ha utilizado este camino como atajo para salir a la carretera. Llego hasta la fuente y el anexo lavadero. Este con las lluvias de los últimos días está a rebosar de agua, de la fuente mana un menguado hilillo de agua. Han acondicionado un mini merendero allí y han adecentado el entorno. Vuelvo al pueblo. Ya según va avanzando la mañana el tráfico de la carretera es más fluido y cada pocos minutos el ruido de motor interrumpe el silencio presente en Caudilla. Observo una persona en el prado que hay junto a la escuela que está escudriñando la hierba y que se agacha de cuando en cuando a coger alguna muestra del objetivo por el que está interesado pero que no sé lo que es. Tan ensimismado está en su faena que no me ve aunque paso a unos pocos metros de él. Ya no lo volveré a ver unos minutos después cuando pase de nuevo por aquí. Otra vez me dirijo hasta la explanada y cruce de caminos desde donde se divisa la iglesia y el castillo. Contemplo ambas edificaciones por última vez. Me encamino otra vez a la calle principal con la intención de recorrerla nuevamente y dar por finalizada mi visita Caudilla. En la calle ya veo dos coches aparcados junto a dos casas. En el patio interior de una de ellas se siente ruido y alguna persona hablando. Observo detalles en sus fachadas. El gallo sigue con su cacareo particular y a través de una ventana veo que está bien acompañado por unas cuantas gallinas. Salgo otra vez a la carretera. Dos coches, uno en cada sentido circulan en ese momento por el asfalto. Ya si que la visita toca a su fin, después de dos horas y media de mi llegada. Me ha gustado esta segunda visita a Caudilla. He sacado cosas muy interesantes, aún cuando los dos factores que más me gusta sentir en un pueblo deshabitado no han hecho acto de aparición aquí: la soledad y el silencio.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

Año 2025. Llegada a Caudilla por el camino de Torrijos.



Año 2025. Llegando a Caudilla por el camino de Barcience.



Año 2025. Castillo de Caudilla, construido por el señor de Ribadeneira, mariscal de Castilla, en el siglo XV. En el año 1999 se desmoronó gran parte del muro de su fachada debido a los fuertes vientos que azotaron durante unos días la zona.



Año 2025. La iglesia parroquial de Santa María de los Reyes en Caudilla, Se tapiaron todos sus accesos para evitar que los vándalos siguieran graffiteando y destrozando su interior.



Año 2025. Interior de la iglesia. El retablo de la Adoración de los Reyes que presidia el altar mayor se llevó a la iglesia de Menasalbas, los demás objetos de valor se trasladaron a la iglesia de Val de Santo Domingo.



Año 2025. Interior de la iglesia.




Año 2012. Iglesia y castillo.




Año 2012. Escuela, iglesia y abrevadero.




Año 2012. Escuela de Caudilla, estaba en la planta baja, quedando la planta de arriba para el ayuntamiento.



Año 2012. Interior de la escuela.




Año 2012. Calle del Castillo.




Año 2012. Calle del Castillo.




Año 2025. Vivienda.




Año 2025. Calle del Castillo.




Año 2025. Vivienda.




Año 2012. Vivienda.




Año 2012. Amplio corral para el ganado, la torre de la parroquial sobresaliendo por detrás.



Año 2025. Palomar.




Año 2025. Tejar. Edificio que se usaba para hacer tejas y ladrillos.



Año 2025. Transformador de la luz.




Año 2025. Aljibe y pozo. Se utilizaba para regar los huertos.



Año 2025. Fuente y lavadero de Caudilla.




Año 2012. Ermita del Santísimo Cristo del Olvido y cementerio de Caudilla.