Pueblo situado en la vertiente sur de la sierra de Inodejo, zona donde la despoblación ha golpeado con todas sus fuerzas, tierras ásperas y desoladas donde los pueblos se van muriendo lentamente.
Antiguamente llamado La Revilla a secas, de su notable pasado poco queda ya, era el segundo pueblo en importancia de los dieciocho que conformaban el señorío de Calatañazor, tenía tres anejos (La Barbolla, Fuentelaldea y Monasterio). Unas cuarenta casas conformaban el pueblo, contaba con cura residente (más tarde venia de Rioseco), secretario del ayuntamiento, maestro, cartero, herrero y taberna-tienda, en la que también se vendía el pan y solamente el médico venia de fuera (de Calatañazor).
Carralasfraguas
Carrasanto
El Abarejo
El Alto de la Cruz (necrópolis arévaca)
El Cañuelo
El Cordel
El Ejido (pradera)
El Otero (pico)
El Val
La Cacera
La Raidera
La Vega
Las Tablazas
Las Venas
Los Cañamares (arroyo)
Los Majanos
Majadales
Maripeña
Pradera Redonda
Prado Gordo (yacimiento de cerámica)
Valdefuentes
Valdepolvos
Valdesme
**Son algunos topónimos de lugares comunes de La Revilla que quedaran para siempre en el recuerdo de las gentes que habitaron el pueblo**
En su término había un extenso monte de encina (varios vecinos iban hasta la capital y pueblos cercanos vendiendo leña) y buenas tierras para el cultivo de cereal (trigo, avena, cebada), grano que llevaban a moler al molino de Rioseco y una buena cabaña de ganado (ovejas y cabras), dedicadas a la cría del cordero que acababa siendo vendido para llevarlo a Cataluña.
"Había casa del vaquero, que estaba en el centro del pueblo, detrás de la calle principal, en un sitio muy privilegiado. Tenía un portal y tres habitaciones y una cocina con un horno maravilloso del cuál salía un pan delicioso. Mi familia nunca vivió allí, pues vivíamos en la casa más bonita de Fuentelaldea, pero mi madre cocía allí el pan, tortas, magdalenas, sobadillos etc. Allí encerrábamos tres cabras nuestras y un chivo que era del pueblo.
Soy la última cabrera de La Revilla, fueron tres años que los recuerdo con el máximo cariño y mucha nostalgia. A muy temprana hora de la mañana cada día recorría el camino de Fuentelaldea a La Revilla, tardando unos 15 minutos en hacer el trayecto entre los dos pueblos, cogía un cencerro que guardaba en la casa del vaquero, y tocándolo recorría las calles, los vecinos ya sabían que tenían que llevar las cabras a una placita a la derecha de la calle de la fuente. Por esa calle las llevaba hacia el monte, al pasar por la fuente casi todas bebían agua en el pilón, aunque bebían más al volver por la tarde, fruto del desgaste del día. Cuando desarrollé este oficio tenía 11 años, llevaba alrededor de 50 cabras y que nadie piense que esto era fácil, casi siempre las llevaba al monte alrededor del camino de la Virgen hasta el montón de piedras, después pastaban por las faldas del Alto del Otero o subían a la cima, yo subí cientos de veces y es imposible tener una mayor sensación de libertad en este mundo que estando arriba en lo alto. Alguna vez coincidí con mi padre en la cima, y me decía, ¿ves aquellas sierras?, pues detrás está Madrid. En el tiempo de las bellotas (unos dos meses aproximadamente) había que llevar las cabras al pinar, ya camino de Quintana Redonda, como esos meses no había que ordeñarlas las encerraba por la noche en una taina en una explanada preciosa junto a la dehesa, este sitio se llama las tablazas. Con los dueños de las cabras todo son buenísimos recuerdos, en la Revilla había seis o siete pastores (dos de ellos eran un poco más mayores), las ovejas eran de sus familias, en un principio también había una chica pastora, pero al final todos fueron chicos menos yo. Lo mismo que he dicho antes de sus mayores, tengo los mejores recuerdos de estos chicos, con ellos jugaba a las cartas, al tejo, dibujábamos el calderón o la semana en el sitio que quedaba en las carboneras cuando ya se había llevado el carbón. Estoy orgullosa de ser la última cabrera de La Revilla, lástima que actualmente solo queden ruinas, y nostalgia, pero mientras la recordemos allí estará".
TERESA MARTÍNEZ.
Conocieron la luz eléctrica en las casas, no así el agua corriente.
Las fiestas patronales se celebraban el 8 de septiembre en honor a La Natividad de la Virgen. Después de la misa se hacia una ronda con los músicos por las casas de las autoridades (alcalde, cura, maestro, secretario y juez de paz), se tomaba anís y roscas. Después de comer se celebraba el baile y se repetía por la noche.
El 20 de enero se celebraba a San Sebastián. Por la mañana los mozos cortaban leña en el monte, con la cual se hacia una hoguera en las eras. Había baile hasta la cena, a la cual se invitaba a parientes y amigos.
La víspera de la Ascensión se honraba a la Virgen del Roble. Fiestas que duraban dos días: miércoles y jueves. El miércoles había misa y procesión larga, que más tarde se acortó hasta la ermita de Santa Ana. De regreso, a la puerta de la iglesia se remataban los bandos (subasta para entrar a la virgen a la iglesia).
"Para El Corpus íbamos al campo a coger cantueso, tomillo, romana, hierbabuena y flores. Todo esto se echaba al suelo en las calles por las que pasaba la procesión y se ponían algunos ¨altares¨ en el recorrido, en los que recostaban a algún niño pequeño. En la procesión el cura llevaba la Custodia bajo palio y detrás iban las autoridades con el pendón, la cruz de plata y los monaguillos con candelabros y velas.
Por la tarde el baile se hacía en las eras si el tiempo era bueno y de lo contrario se hacía en la Casa Concejo". JULIANA ISLA.
En Cuaresma, las mozas iban cantando los domingos por las puertas de las casas, pidiendo donativos para comprar velas.
Acudían en romería junto a una treintena de pueblos a la ermita de la virgen de Inodejo en el término municipal de Las Fraguas, el domingo de La Trinidad, fecha que es variable de un año a otro.
"Íbamos atravesando el monte con las caballerías. Al llegar al término de Las Fraguas había un montón de piedras con una cruz encima, pedíamos una gracia y echábamos una piedra al montón. Algunas personas hacían promesa de ir descalzos una parte del camino.
Llegando a la ermita, dejábamos en la explanada la comida, en cestas o alforjas y la tapábamos con una manta. Después de la misa, tendíamos el mantel y comíamos en familia. Solían poner algún puesto de miel y fruta.
En la parte trasera de la ermita hay una hondonada adónde íbamos a buscar unas piedrecitas a las que llamábamos ¨piedras de la virgen¨ porque tenían unas muescas que parecían una cruz. Entonces no lo sabía, pero hoy sé que eran fósiles de pequeños erizos de mar de la época prehistórica, de cuando toda esa zona estaba invadida por el mar". JULIANA ISLA.
En las tardes de domingo, en la plaza, las mujeres jugaban a los bolos y a las cartas, mientras que los hombres lo hacían a la tanguilla.
Los lunes era día de mercado en Rioseco, Se solía ir a comprar alpargatas, congrio, bacalao salado, escabeche, olivas y en general productos que no había en el pueblo. Y además contaban con algún vendedor ambulante que aparecía de cuando en cuando por La Revilla como era el caso de Nilo, del comercio del tío Perico que venía con una caballería y unas alforjas vendiendo tejidos. También aparecía Luis ¨el manco¨ que venía con un carro vendiendo productos alimenticios.
Entre las costumbres de la Revilla se pueden citar:
- Las cenderas.
Los hombres se reunían de vez en cuando para arreglar las calles y caminos del pueblo, limpiar la fuente, etc. A esto se le llamaba ¨hacer cenderas¨. Al acabar los trabajos hacían una merienda.
- Los pobres.
Algunas veces venia al pueblo algún hombre sin recursos, que estaba de paso, pedía comida por las casas y a la hora de dormir se hacía turnos entre todas las casas para darle cobijo. Para ello había una tablilla de madera a la que se llamaba ¨testigo¨. El alguacil recogía el ¨testigo¨ en la última casa y acompañaba al pobre a la siguiente, donde le daban cena y cama. Nunca dormía en la calle.
-Carboneras.
En invierno se hacia el carbón. Los hombres cortaban encinas en el monte y venían unos carboneros de Las Fraguas para hacer el carbón. Ponían la leña en un montón grande y lo tapaban con tierra, dejando un agujero para respirar, a modo de chimenea. Las carboneras estaban varios días quemando, había que vigilarlas día y noche. Cuando el carbón estaba hecho se vendía.
En 1962 se hizo la carretera hasta La Revilla.
Pero hay una fecha trágica en la historia de La Revilla escrita en mayúsculas: 21 de marzo de 1967.
En una noche desapacible y ventosa como corresponde a ese mes, unos rescoldos de un fuego mal apagado en el exterior de una vivienda dio paso a un trágico incendio que se llevó por delante casi una veintena de casas amén de otros edificios entre ellos la escuela. Los vecinos apenas si pudieron salvar lo más elemental pero las pérdidas fueron cuantiosas (enseres, ropa, aperos, grano almacenado, etc). En ese año aún vivían en el pueblo casi 100 personas, pero la mayoría de estas gentes tuvieron que marchar del pueblo al haberlo perdido todo.
La Revilla desde esa fecha entró en decadencia y los vecinos que se quedaron aguantaron unos años más pero en los años 70 fueron marchando debido a la mecanización del campo y a las mejores expectativas de vida que había en la ciudad. Se fueron para Soria, Barcelona, Madrid y Quintana Redonda.
Restituto fue la última persona en marchar de La Revilla, emigrando a Soria.
A día de hoy el pueblo es frecuentado a diario por los agricultores que siguen trabajando las tierras. Varias naves agrícolas y alguna vivienda arreglada cambian un poco la imagen de tristeza y soledad que envuelve a La Revilla.
Informantes:
-Juliana Isla (Conversación personal mantenida por correo electrónico).
-Teresa Martínez (Conversación personal mantenida por correo electrónico).
Visitas realizadas en junio de 1992, noviembre de 1994 y junio de 2009.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Vista lejana de La Revilla desde el cercano pueblo de La Barbolla.
La iglesia parroquial de la Natividad de Nuestra Señora.
Vista trasera de la parroquial con el cementerio adosado.
Interior de la iglesia. Vegetación. Techo hundido. Al fondo el altar mayor. Aguanta la bóveda del techo del ábside.
Interior de la iglesia. Vegetación abundante. Púlpito resquebrajado. Coro al fondo y escalera de madera para acceder al campanario. Óculo de iluminación.
Calle Real.
Calle Real.
Edificaciones diversas en la Calle Real.
Vivienda.
La casa del cura.
"El cura que mejor recuerdo de mi infancia es don Rafael Rovira, natural de Figols de las Mines (Barcelona). Vivía con su hermana aquí en la casa parroquial, la cual tenía un bonito jardín con almendros y flores variadas.
Don Rafael, además de sus funciones como sacerdote, en la época de la guerra, nos daba clases a los niños, ya que la escuela quedó temporalmente sin maestro. También daba clases nocturnas a los adultos". JULIANA ISLA.
Vivienda.
La casa del tío Remigio. A los pocos años de fallecer este, Josefa su viuda se marchó con los hijos. Se cerró en 1967.
Vivienda.
La ermita de Santa Ana, situada a 200 metros del pueblo. El frontal actual se hizo en 1962, con la colaboración de todos los vecinos, bajo la dirección de don Florencio García, cura del pueblo en ese año. La ermita anteriormente no tenía ningún distintivo religioso en su exterior, era una simple nave cuadrada.
Fuente y abrevadero. La fuente antiguamente no tenía la misma fisonomía. La pared de los caños era más alta y estaba rematada por una pequeña pirámide, tenía dos caños en vez de uno como ahora.
"Las mozas íbamos a buscar agua al atardecer con cántaros y botijas, que eran una especie de tinajas pequeñas, con boca alta y estrecha y una sola asa".
JULIANA ISLA.
"Las mozas íbamos a buscar agua al atardecer con cántaros y botijas, que eran una especie de tinajas pequeñas, con boca alta y estrecha y una sola asa".
JULIANA ISLA.
Lavadero.
"El agua venia desde el pilón-abrevadero por medio de un regato al lavadero. Este estaba conformado por dos piletas, una para lavar y otra para aclarar. Las losas que bordeaban el lavadero estaban al nivel del suelo, por lo que para lavar debíamos ponernos de rodillas sobre un cojín apoyado en una madera que tenía un pequeño frontal para no mojarnos el delantal al lavar. A esto lo llamábamos ¨el cajón de lavar¨ y cada mujer tenía el suyo. El lavadero estaba techado en la parte en que las mujeres se ponían a lavar y descubierto en el centro.
Después de lavar la ropa en el lavadero, la poníamos en un balde de zinc, que apoyábamos sobre la cabeza mediante un pequeño rodete de tela y la llevábamos a casa para blanquearla. En la cocina de las casas había un ¨coción¨, que era una tinaja grande semiempotrada en la pared y con un agujero en su parte inferior que se tapaba. Allí se ponía la ropa blanca con agua caliente y cenizas. Al día siguiente se quitaba el tapón inferior para que saliera el agua, se aclaraba la ropa y se tendía. Esto era un sistema de blanqueo natural muy eficaz". JULIANA ISLA.
Valeriana González nació en La Revilla de Calatañazor en 1921, hija de Santiago, natural de La Revilla y de Balbina natural del cercano pueblo de Monasterio.
Durante su infancia apenas pudo ir a la escuela, tenía que pastorear con las ovejas, aprendió a leer y escribir lo más básico. Al pasar a la adolescencia estuvo sirviendo en varias casas de la provincia de Soria para acabar emigrando al Madrid de la posguerra donde se instaló definitivamente en compañía de Eduardo, su marido, regentando un bar durante muchos años.
Nunca se olvidó de su querido y añorado pueblo y como muestra de ello es este breve relato publicado en 1987 en la revista "Llegar a tiempo" del Programa de Educación de Adultos de la Comunidad de Madrid donde hace una reseña del pasado de La Revilla y del triste final que tuvo el pueblo.
Desde hace más de diez años padecía Alzheimer lo que hacía que se le fuera deteriorando la memoria pero sus recuerdos sobre el pueblo se negaban a desaparecer de su cerebro, así recordaba la detención del maestro de La Revilla al comienzo de la guerra civil el mismo día que su madre, Balbina, daba a luz a uno de sus hermanos. Y por recordar se acordaba lucidamente de una canción de ronda que oía en su infancia a los mozos:
"La madre que te parió
bien podía parir otra.
La una para el que canta,
la otra para el que toca".
*Valeriana González murió en Madrid en octubre de 2015 a la edad de 95 años*
Este pueblo me toca muy cerca Faustino (yo vivi en Tardelcuende muchos años) impresionante ,el entorno,la iglesia que pese a ser gotica se la han dejado caer y los pueblos de alrededor (la Terruca de Fuentepinilla).Mi padre me contaba que el medico de Calatañazor se mato en un accidente yendo a un aviso a la Revilla,cuando aun no habia el acceso actual y habia que llega casi hasta Quintana.Mi recuerdo para los dos esforzados medicos rurales
ResponderEliminarBuenas tardas Blas,
EliminarBuscando información sobre Calatañazor, he enconrado este blog.
Ese médico que mencionas fue mi abuelo (padre de mi padre). Me gustaría poder conocer más sobre la historia de Calatañazor. Gracias
Encantado de leerte Paloma;soy hijo de médico rural soriano como tu abuelo y le oí contar varias veces lo del accidente de moto yendo a un aviso ;por cierto estuve en el Colegio de Guadalajara con ,supongo tu padre o tu tío,que iba a un curso superior al mío .Un saludo.Blas Gonzalo
EliminarGran reportaje de nuevo Faustino. Vaya pedazo de iglesia, casi parece una catedral. Lo que no acabo de comprender son los letreros de encima de la ermita, relamente es horrible.
ResponderEliminarUn salida.
Mira , mi bisaabuelo hizo eso , un poco de respeto .
EliminarQué triste tener que abandonar tu pueblo de un día para otro, si que tuvieron mala suerte los vecinos de este pueblo con lo del incendio.
ResponderEliminarConozco Calatañazor, pero la Revilla no, lo tendré encuenta por si paso por esa zona. Lo que me sorprende a mi son las iglesias tan grandes que se construían, pueblos pequeños con iglesias tan tremendas.
Saludos
Paca
Sorprenden siempre esos templos tan grandes, en pueblos pequeños, incluso varios templos en pueblos medianos. Algo de competencia seguro que había, pero además disponían de muchos recursos: hasta bien avanzado el siglo XIX se pagaba el diezmo eclesiástico, o sea, el 10% de las rentas. Había donaciones. Ahora los recursos los dedicamos a otras cosas, a infraestructuras muy variadas y costosas: teatro, piscina, dotaciones de todo tipo....
ResponderEliminarPero claro, no deberíamos dejar que se caigan, son joyas históricas.
Un saludo,
José Luis
CARLOS MARINA
ResponderEliminarMe ha encantado el reportaje, lo he encontrado de casualidad. Es el pueblo de mi padre y he estado en varias ocasiones. La foto en la que sale una casa titulada herida de muerte, era la de mis abuelos, el herrero de La Revilla. Visitare esta pégina con frecuencia.
Saludos.
CARLOS
NATALIA MARINA
ResponderEliminarsoy la hija de Carlos Marina y la casa que pone (casa del herrero.
herida de muerte)es la casa de mi visa abuelo donde nacio mi
abuelo que por cierto yo para lo pequeña que soy intentare hablaros
gracias
mi abuela vivia hay y me cuenta un monton de cosas de la revilla me da pena que un publo asi se quede despoblado
ResponderEliminarVaya sorpreson!!! He pasado todos los veranos de mi infancia jugando y "explorando" todas las casas abandonadas de La Revilla junto con mi amigo Alberto. Sin duda es mi lugar para olvidarme del mundo. Ahora lo es para mi hija de diez años..
EliminarHéctor Manrique
Soy Emilia Isla Romera nacida en la Revilla. Vivia en la calle real y cuando me casé fui a vivir a Tardelcuende donde actualmente resido. Hace muchos años que no he vuelto por alli por la trsiteza de ver el pueblo como se encuentra ahora.
ResponderEliminarEl reptortaje me ha encantado pero me da mucha pena ver asi nmi pueblo.
Muchas gracias por tu trabajo y por este recuerdo que se nos queda para todos.
Un saludo
Emilia y familia
Emilia muchas gracias por dejar tu comentario. Si es tristisimo ver La Revilla en el estado que se encuentra actualmente imaginando la importancia que tuvo antaño.
EliminarSi eres tan amable me gustaría que me escribieras un correo electrónico a la dirección que hay en la columna de la derecha o me facilitaras alguna forma de contacto para poder hablar contigo sobre las fiestas patronales de La Revilla de las cuales hay escasa información en el reportaje.
Saludos.
Faustino.
Una alegría y un poco de pena al ver en imágenes mi pueblo. Decía que alegría por poder contemplar el lugar donde tantas cosas has vivido y pena por el estado en que está. Sobre todo, la iglesia. ¡Con la de veces que ejercí allí de monaguillo!. En fin, es el inexorable paso del tiempo y la nostalgia que te invade al volver la vista cuarenta años atrás.
ResponderEliminarEnhorabuena y gracias al autor por tan logradas imágenes y también por haberlo hecho. Sin ese trabajo suyo hoy no hubiese podido sentir lo que he sentido. Teo
De nada Teo, gracias a ti por dejar tu comentario, lleno de nostalgia y melancolía. Si da un poco de tristeza ver la decadencia de La Revilla pero el modo de vida actual no perdona ni entiende de sentimentalismos.
EliminarEs una lastima.
Si alguna cosa más quieres comentar sobre La Revilla o sobre las fiestas patronales, aquí tienes la pagina para hacerlo y engrandecer más la historia del pueblo.
Saludos.
Soy Juliana Isla, nacida en La Revilla. Mi casa es la que está delante de la iglesia. Me ha hecho llorar el ver el actual estado de la iglesia, en la cual me casé en 1952. La recuerdo tan bonita... El sagrario tenía en relieve una paloma picándose el corazón para darlo de comer a sus polluelos. Muchas gracias, Faustino, por el estupendo reportaje.
ResponderEliminarMe imagino que sentimientos encontrados viendo el reportaje, de alegría y de tristeza a partes iguales. Recordando lo que fue y viendo lo que es.
EliminarGracias Juliana por dejar tu comentario.
Saludos.
hola
ResponderEliminarmuchas gracias se lo enseñe a mi abuela y , me digo que gracias por poder haberla echo pasar ese momento cuando a visto las fotos me ha contado historias de los bailes de cuando soltaron los animales de otro pueblo . pero su casa ya está casi destruida , no hace mucho , cosa de 2 años fuimos y almenos tenia tejado , fue mi tio y ya no tenia ni tejado , mi bisabuelo era MARTIN Y ERA EL CARPINTERO
Hola
ResponderEliminarMe ha emocionado realmente ver este reportaje. Mi abuelo era de este pueblito (Miguel Manrique) y yo estuve en el hace muuucho tiempo com mis padres para visitar a mi tio-abuelo (Celedonio) y a su hijo (Casimiro). La verdad es que es fantástico(aunque en esta ocasión algo triste) reencontrarte con tus raices.
Dejo mi correo por si hay algún Manrique descenciente que quiera contactar: juanmiros@gmail.com
Juan Miguel Manrique
Me llamo Teresa Martínez López y quiero añadir algunos datos a lo que Juliana cuenta de La Revilla de Calatañazor. Había también la cada del Vaquero, que estaba en el centro, detrás de la calle principal, en su sitio muy privilegiado. Tenía un portal y tres habitaciones y una cocina con un horno maravilloso del cuál salía un pan delicioso. Mi familia nunca vivió allí, pues vivíamos en la casa más bonita de Fuenteladea, pero mi madre cocía allí el pan, tortas, magdalenas, sobadillos etc. Allí encerrábamos 3 cabras nuestras y un chivo que era del pueblo.
ResponderEliminarSoy la última cabrera de La Revilla, fueron tres años que los recuerdo con el máximo cariño y mucha nostalgia.
A muy temprana hora de la mañana cada día recorría el camino de Fuentelaldea a La Revilla, tardando unos 15 minutos en hacer el trayecto entre los dos pueblos, cogía un cencerro que guardaba en la casa del vaquero, y tocándolo recorría las calles, los vecinos ya sabían que tenían que llevar las cabras a una placita a la derecha de la calle de la fuente. Por esa calle las llevaba hacia el monte, al pasar por la fuente casi todas bebían agua en el pilón, aunque bebían más al volver por la tarde, fruto del desgaste del día.
Cuando desarrollé este oficio tenía 11 años, llevaba alrededor de 50 cabras y que nadie piense que esto era fácil, casi siempre las llevaba al monte alrededor del camino de la Virgen hasta el montón de piedras, después pastaban por las faldas del Alto del Otero, o subían a la cima, yo subí cientos de veces y es imposible tener una mayor sensación de libertad en este mundo que estando arriba en lo alto. Alguna vez coincidí con mi padre en la cima, y me decía, ¿ves aquellas sierras?, pues detrás está Madrid.
En el tiempo de las bellotas (unos dos meses aproximadamente) había que llevar las cabras al pinar, ya camino de Quintana Redonda, como esos meses no había que ordeñarlas las encerraba por la noche en una taina en una explanada preciosa junto a la dehesa, este sitio se llama las tablazas. Con los dueños de las cabras todo son buenísimos recuerdos, en la Revilla había 6 u 8 pastores (dos de ellos eran un poco más mayores), las ovejas eran de sus familias, en un principio también había una chica pastora, pero al final todos fueron chicos menos yo. Lo mismo que he dicho antes de sus mayores, tengo los mejores recuerdos de estos chicos, con ellos jugaba a las cartas, al tejo, dibujábamos el calderón o la semana en el sitio que quedaba en las carboneras cuando ya se había llevado el carbón.
Estoy orgullosa de ser la última cabrera de La Revilla, lástima que actualmente solo queden ruinas, y nostalgia, pero mientras la recordemos allí estará……..
Muchas gracias a Faustino Calderón por hacernos sentir tantas emociones, y revivir un bonito pasado de lo que fue La Revilla, y un abrazo para todos los que de una u otra manera están relacionados con el pueblo, en especial Emilia y Juliana que han intevenido también en los comentarios.
Delicioso tu comentario Teresa, me ha encantado, nostálgico y evocador a más no poder. Si me lo autorizas me gustaría incluirlo dentro del reportaje para engrandecer aun más la historia de La Revilla.
EliminarSaludos.
Estos dias los pasamos en la Ventosa, una prima de mi esposa que viven en Arganda se arreglaron una casa alli, su padre era de la Revilla, no se el nombre de la casa, se llamaba Jose Pacheco, murio el año pasado, tenia mas hermanos, Dionisio, Bernardino, es un encanto todo aquello, es tambien una lastima que se vaya cayendo casi todo poco a poco, un saludo a todos.
EliminarSomos de Barcelona.
Florencio
Muchas gracias por publicar mis vivencias, desde luego puede ponerlo en el reportaje. Faustino, no me resisto a decirle:
ResponderEliminarMi padre fue el último vaquero de Fuentelaldea, de La Barbolla, La Ventosa, La Revilla y unos años después se fue a vivir a Tardecuende, donde también fue el último vaquero, hasta que se jubiló.
Hablando estos días con mis hijos me decían: “Faustino va a pensar que el abuelo era gafe”. Ocurría que en el transcurrir de la vida nos tocó vivir junto con todas aquellas gentes como se sustituía una yunta de bueyes o de vacas o de otras caballerías, el arado, el carro, el trillo, la horca, con la que se separaba el trigo de la paja, recién trillado, al atardecer y sabiendo muy bien de donde venía el aire, y fue llegando la máquina de labrar, la cosechadora, el tractor o la hablentadora….
También como es sabido las grandes concentraciones de tierras mataban los riachuelos, las sendas, las veredas, los ciratos, las praderas, los manantiales, y hasta las dehesas. Creo que en la provincia de Soria se roturaron muchas dehesas y eso evita que cuando llueve los haga de temporal.
Mi padre se llamaba Juan José Martínez Urquía, también era cazador y un gran filósofo. Estuvo combatiendo en la guerra y cuando hablaba con mis hijos de esto, un día me preguntaron, ¿pero el abuelo en que bando estaba?. Mi padre leía todo lo que le caía en sus manos, su libro de cabecera y que le leía a mi madre se llama colección de trozos en prosa y verso, se publicó en 1911. Lo mismo gentes de ciudad que de los pueblos se quedaban boquiabiertos cuando hablaban con mi padre. Se llevó un grandísimo disgusto que a mí me transmitió cuando roturaron la dehesa de La Revilla. También cuando iba a Torreandaluz, su pueblo natal, y donde vivía su madre, mi abuela Inocencia. Una vez me dijo: No pude, por menos que echarme a llorar cuando a la orilla del camino había desaparecido un sabino hermosísimo. ¿Cómo se podían roturar unos pocos metros de tierra? ¿A cambio de matar al árbol de tus recuerdos?, donde al menos mi padre tantas veces se había refugiado de la lluvia, del sol, y del frío comiendo un cacho pan con algo de chorizo. Total, ¿para qué?, para nada.
En mis textos que acabo de escribir creo que he descrito bastante amargura, pero es que en estos años ha habido y sigue habiendo mucha desidia.
Un saludo y muchas gracias.
Teresa.
Soy natural de La Revilla, realmente me da mucha tristeza el estado actual del pueblo, de manera especial esa "imponente catedral" en ese estado ruinoso. De manera especial recuerdo los pendones, la cruz de plata, las imagenes de las virgenes, la imagen de San Sebastián, San Antonio, el niño Jesus que se baseba en Navidad, la pesada lampara de bronce, candelabros...en definitiva todo saqueado y ese tejado hundido.
EliminarUn saludo a todos los paisanos revillanos.
En mi blog FOLKLORE DE LOS FÓSILES IBÉRICOS me dedico a mostrar viejas costumbres tradicionales, casi olvidadas, asociadas a ciertos tipos de fósiles, recogidas de informantes casuales o extraídas de viejos libros, periódicos y revistas,
ResponderEliminarAgradecería recibir cualquier tipo de información relacionada con los usos devocionales de las "piedrecitas de la Virgen" de la ermita de Inodejo.
Gracias anticipadas
Mis felicitaciones a Faustino Calderón por su esfuerzo para mantener vivo el recuerdo de muchos pueblos de España
Gracias Astu por tus palabras.
EliminarEspero que tengas suerte con tu búsqueda de información relacionada con las piedras de la Virgen de la ermita de Inodejo. Alguien que sepa algo y se pueda animar a contártelo.
Adelante con tu laboriosos trabajo.
Saludos.
Se guardaban y se guardan envueltas en un pañuelo y se enseñaban como un pequeño tesoro,. También había familias que los días de tormenta se acercaban a las distintas eras que rodeaban el pueblo y las lazaban al aire imagino no que con una oración a la virgen de las tormentas
EliminarHola somos Alba y María nietas de Mariano Antón y Diodora Gomez es cierto mis abuelos con nada y mucho trabajo se lo pasaban genial. En Navidad había baile para los mozos y antes del baile misa del gallo donde todo el pueblo cantaba villancicos. En esas fechas se comía morcilla cular( hechas artesanalmente en casa),turron,chorizo y lomo hecho de la mantanza
ResponderEliminarHola Alba y Maria, me llamo Mirta yo tambien naci en La Revilla de Calatañazor, y somos parientes muy lejanos. La madre de tu abuelo Mariano Anton y mi abuelo eran hermanos.
EliminarHola Mirta.
EliminarLa madre de mi abuelo Mariano se llamaba Ángela, y tu abuelo?
Hola.
ResponderEliminarMe alegro que haya tantos descendientes de aquellos que en su dia tuvieron que emigrar hacia otros lugares y al mismo tiempo darles la enhorabuena por ese pueblo tan bonito donde han nacido y han vivido. Y al mismo tiempo animarles para que vuelvan a el, aunque solo sea en verano, le arreglen, le atusen, le cuiden, porque es muy bonito y es una forma de hacerle un homenaje.
Hola a todos, soy Alejandra de Miguel, hija de Omar, nieta de Luis Alberto, bisnieta de Don Luis de Miguel y Doña Aurora Chico, los dos últimos nacidos en La Revilla y La Barbolla respectivamente.
ResponderEliminarAmbos emigraron muy jóvenes a la Argentina desde donde les escribo, aquí formaron su familia. Un cariñoso saludo a todos los descendientes y familiares de aquellos pueblos que esperamos visitar con mi padre en un futuro no muy lejano.
Mi enhorabuena por esta entrada. Estuve hace unos días. Imponente iglesia. El recuerdo de las gentes que habitaron los despoblados debe ser una constante. Ellos nos dejaron lo que ahora visitamos con tristeza.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
EliminarFue un pueblo relativamente importante en la comarca.
Si es verdad que la iglesia llama la atención por su envergadura.
Tenemos mucho que aprender y admirar de los que un día se fueron de éstos lugares.
Un cordial saludo.
Buscando en internet sobre Calatañazor, he dado con este blog, y con esta historia de Revilla de Calatañazor, la cual me ha encantado leer.
ResponderEliminarSoy nieta de aquel médico de Calatañazor que falleció yendo a un servicio a Revilla, tengo entendido. Me encantaría poder saber más de la gente de estos hermosos lugares, que estoy segura tienen entrañables historias que contarnos.
Mi abuelo Galo Isla fue alcalde de este pueblo y mi abuela se llamaba Basilia Soria.Y mi madre Evelia Isla Soria, nació en su casa. Agradezco el recuerdo y respeto por la memoria de este pueblo.
ResponderEliminarHe visto en los comentarios el apellido "Isla". Que me siento orgulloso de que es el apellido de mi madre -Evelia Isla Soria. Me gustaría ponerme en contacto con quién me pueda aportar cualquier información. Mi correo: javier.lastra67@gmail.com
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