La Mata está situado a la solana bajo el monte de la Cruz del Cerro.
Según cuenta la tradición parece que el pueblo viejo estaba más arriba, cerca del monte y que posteriormente se fue edificando el nuevo en la ubicación actual.
Unas sesenta personas aproximadamente repartidas en quince viviendas dieron vida a esta población que salía adelante de lo que conseguían arañar al campo (trigo y cebada sobre todo) y de los rebaños de ovejas y cabras que poseían. También algunos vecinos tenían colmenas en pequeña cantidad que les servía para obtener miel para consumo propio.
Para complementar la economía del hogar algunos habitantes de La Mata se desplazaban a tierras riojanas a trabajar en la vendimia y de octubre en adelante iban a trabajar en la remolacha para la azucarera de Calahorra.
Hasta La Mancha y Andalucía llegaron algunos mateños en tiempos más antiguos para ejercer su oficio (sastres).
Los lunes acudían al concurridísimo mercado que se celebraba en San Pedro Manrique para la compra venta de cerdos y mulas, además de los corderos que también vendían a carniceros de Yanguas, pueblo al que también bajaban el 18 de julio donde se celebraba una importante feria de ganado, otras veces iban hasta el pueblo riojano de Enciso al mercado que se celebraba los domingos, a Enciso también empezaron a ir los mateños cuando aparecieron las primeras cajas de ahorros para realizar operaciones bancarias. En tiempos más antiguos llegaban hasta Munilla en La Rioja a vender corderos, pichones y huevos y de paso compraban algo para la casa aprovechando las industrias textiles que por allí había.
Llevaban a moler el grano a unos molinos de agua que había junto al rio Cidacos en Yanguas, el último en funcionar fue el de la Chón, aunque en los últimos años se llevaba a la harinera de Almarza.
Celebraban las fiestas el 16 de agosto para San Roque. Una misa y una procesión hasta la ermita eran los actos principales. Procesión que encabezaba una pequeña cruz que iba abriendo paso, después iba un estandarte de color rojo con la imagen impresa de San Roque, detrás iban los dos pendones, rojo y verde, el primero más grande, siguiendo a continuación la imagen de San Roque o de la virgen del Rosario si era en la fiesta de octubre, mientras se volteaban las campanas.
Músicos de muy variada procedencia animaron las fiestas durante años como es el caso de Genaro, Antonio y Amador, músicos de Yanguas con violín, laúd y guitarra. En alguna ocasión fue el tío Galo y su hijo Galito venidos de Diustes los que animaban las fiestas al son de gaita y tambor.
También se recuerdan algunos años gloriosos donde venían orquestas de más renombre como la de Arnedillo (La Rioja), riojanas eran también otras orquestas que vinieron algún año desde San Vicente de Munilla o Ajamil. En 1967 con el pueblo ya agonizando no vinieron músicos sino que se pidió un pik-up a los jóvenes de Yanguas y así se amenizó el baile aquel último año de vida del pueblo.
El baile se hacía en el Somillo (la plaza), y por la noche y cuando hacia mal tiempo se realizaba en la Casa Concejo.
Dentro de las fiestas estaba la tradición de la Corrida del Rosco, donde dos mozos llevaban un palo cogido cada uno de un extremo donde llevaban ensartado un rosco grande y tenían que recorrer un trecho al son de la música con los acordes del Corre que te pego, pego, pego, corre que te pego... mientras la gente les sacudía con ramas de chopo. Los mozos que llevaban el rosco llevaban unas alforjas llenas con trozos de rosco que repartían a los participantes.
Antes de la corrida del rosco se solía celebrar casi todos los años la subasta de un rosco por parte de los mozos. Normalmente los que más pujaban solían ser los emigrantes que volvían para las fiestas. Lo recaudado se empleaba para ayudar a pagar las fiestas o para algún motivo religioso.
Era muy típico en estas fechas festivas el zurracapote, que se preparaba a base de vino tinto, melocotones y azúcar, era el complemento adecuado a los roscos que se elaboraban en esos días.
En los últimos años subía Víctor el sampedrano, que tenía una tienda en Yanguas y montaba un tenderete con cerveza, coca-cola y kins (marca de refrescos de la época).
El primer domingo de octubre hacían la fiesta chica en honor a la virgen del Rosario, con una celebración muy sencilla, siendo la última fiesta del año en la zona de Yanguas.
Eran muy celebradas las fiestas del Corpus, con una pequeña procesión con la custodia por el pueblo engalanado de flores y la bendición de los campos. En el pórtico de la iglesia se colocaban los niños nacidos en el año para recibir la bendición.
No tuvieron nunca escuela y a los niños les tocaba acudir a la de Yanguas.
"Cuatro niños íbamos en mis años escolares, dos chicos y dos chicas, una de ellas era mayor y el resto éramos casi de la misma edad, pero con la emigración se fueron marchando, por lo que los últimos cuatro años me tocó bajar a mi solo a la escuela, a veces con condiciones climatológicas muy adversas, se tardaba una media hora, comía en Yanguas una merienda o un bocadillo y luego ya en el comedor escolar cuando lo pusieron. Recuerdo con agrado a los maestros, sobre todo a don Honorio, con el que estuve casi todo el tiempo, las relaciones con los chicos de Yanguas eran las normales, lo único que yo vivía un poco más lejos".
AGUSTÍN LÓPEZ.
De Yanguas subía el cura (don Lucio) a realizar los oficios religiosos, el último en subir fue don Bernabé que subía en vespa, como la carretera no llegaba hasta el pueblo, los últimos 500 o 600 metros los hacía andando. También de Yanguas acudía el médico, así como el herrero.
En una motocicleta subía hasta La Mata todos los sábados el barbero (Nicolás), lo hacía desde Yanguas, y por turnos, cada sábado en una casa, después de desayunar montaba su particular barbería donde afeitaba y cortaba el pelo a los hombres, a la vez que organizaba una tertulia muy concurrida y animada.
El cartero era de Camporredondo (el tío Baldomero y más tarde su hijo Agustín) se desplazaba siempre en un burro, recogía la correspondencia en Yanguas y la repartía en La Mata, Vellosillo y su pueblo.
Subían vendedores ambulantes, normalmente de Yanguas, como el Quintín, el Fortu, el Enrique o el Isidro, este era mateño de nacimiento y traía también el pan una vez por semana, que a él a su vez se lo traían de Arnedo, pues ya no se amasaba tampoco en Yanguas, de Villar del Río venia Antonio ¨el Morete¨ con su burro cargado hasta los topes, principalmente de telas, algún vendedor de lugares más lejanos se recuerda como puede ser el pimentonero de Valdeprado y de tierras riojanas el tío Pabletas de Torrecilla en Cameros que traía productos de chacinería y las famosas chichorras (restos de la manteca después de quitarle la grasa).
La pareja de la guardia civil aparecía de vez en cuando por el pueblo y paraban en casa del alcalde pedáneo, donde sobre todo en invierno se arrimaban un rato al fuego y mataban un poco el tiempo.
Un personaje para el recuerdo fue Nicolás el cabrero. Era natural del cercano pueblo de Aldealcardo, desde bien jovencillo estuvo en La Mata cuidando del rebaño de cabras (las ovejas las cuidaban los vecinos por días, a turnos). No tenia vivienda propia, sino que por semanas se alojaba en casa de cada vecino. Además de la manutención se le pagaba un pequeño jornal. Hacia 1960 se jubiló y se marcho a su pueblo con un hermano, más tarde acabó en un asilo en Calahorra, donde falleció. Tras su jubilación se vendieron las cabras y esto propició de alguna manera la marcha de algunos vecinos en aquellos años.
La luz eléctrica se puso en 1959 y fue todo un acontecimiento. Hasta entonces la iluminación era a base de candiles de aceite, petróleo o carburo y velas.
Casi todas las casas tenían su horno correspondiente donde se cocía el pan y los típicos roscos de San Roque.
Cerca del pueblo hay restos de una cañada trashumante que partiendo desde Cameros llevaba las ovejas a invernar a Extremadura en tiempos de la trashumancia.
Como fechas significativas en la memoria de La Mata se pueden citar:
En el año 1953 vino al mundo Agustín López, el último nacido en La Mata (hay que hacer la salvedad de que en 1965 nació Santiago López Alfaro, ¨Santi¨; pero aunque sus padres vivían en La Mata, él nació en Soria).
En el año 1964 se celebró la última boda en el pueblo entre Clemencio y Modesta.
En el año 1965 falleció el tío Eusebio, marido de la tía Valentina, el último de los mateños enterrado en el cementerio del pueblo.
Entre las costumbres a destacar en el pueblo:
-¨Sorteo de los novios¨. En la noche de fin de año se realizaba un sorteo entre todos los mozos y mozas casaderos y sin compromiso. Al día siguiente se publicaba la lista en la puerta de la iglesia y servía para que ficticiamente estuvieran ennoviados durante todo el año.
-En la Noche de Ánimas, del 1 al 2 de noviembre. los hombres velaban en la iglesia, comiendo patatas cocidas.
-En una fecha indeterminada se hacia una misa en la Cruz del Cerro para evitar las tormentas de granizo.
-Los restos de los troncos que se quemaban en Nochebuena se guardaban y se exponían cuando había tormenta para intentar librarse de ella.
-La bendición de los animales para San Antón. Se daba tres vueltas con el animal en brazos si este era pequeño, si era grande se hacía a pie, alrededor de la pared que había entre los dos arcos dovelados del pórtico, mientras se rezaba un padrenuestro.
-¨Tocar ¨al alba¨ y a ¨oraciones¨, todos los días al amanecer y al anochecer, a la vez que se abría y se cerraba la puerta de la iglesia. Se encargaba de esto un vecino, un mayordomo, por turno, anualmente. Ello consistía en dar tres toques de tres campanadas cada uno, espaciados ligeramente.
Para el recuerdo queda también una nana típica de La Mata con la que las abuelas solían arrullar a sus nietos en las frías noches de invierno:
Que noche, vaya un viento
que frío, como nieva
que blanco esta el valle
que blanca esta la sierra.
Que bien se está al abrigo
en la amplia chimenea
silbar oyendo el aire
echando al fuego leña.
Que alegres los chiquillos
están junto a la abuela
en tanto que la madre
poniendo va la cena.
El padre atiza el fuego
y el pobre abuelo cuenta
historias y aventuras
del tiempo de la guerra.
La gente en sus ratos libres o cuando el clima no permitía hacer nada se juntaban en una cuadra debidamente acondicionada al calor de los animales para jugar a las cartas, mientras que las mujeres se solían reunir en la cocina de alguna casa a coser y charlar y en las tardes soleadas lo hacían en la calle.
También era costumbre en las noches invernales la trasnochada, en donde se leían gruesos novelones que pasaban de mano en mano y de casa en casa. Era corriente que un miembro de la familia leyera en voz alta y el resto escuchara.
Los jóvenes cuando el trabajo lo permitía y siempre en domingo solían ir a Yanguas a pasar la tarde. Allí en ocasiones había baile y en los últimos tiempos cine casi todos los domingos.
Alguna vez los domingos a la salida de misa se juntaban los hombres a jugar a la tanguilla.
"Mi infancia podía ser la normal a la de cualquier niño, con sus circunstancias. Yendo y viniendo a la escuela y conviviendo con los niños de Yanguas. Cuando no iba a Yanguas, siempre había algo para entretenerse y sino a echar mano de un libro, la afición a la lectura me viene desde entonces.
Un juego de niños típico de Yanguas y La Mata, que no conocí en otros pueblos cercanos era el de los ¨cartones¨. Estos cartones eran las tapas de las cajas de cerillas. Se ponían en un ¨cuadro¨ que normalmente era una losa plana, situados a cierta distancia y con monedas antiguas, duros grandes, tirabas a darles a los cartones y con la fuerza del golpe sacarlos del ¨cuadro¨ y así ganarlos.
En el verano ayudando en las tareas de la siega y sobre todo de la trilla, llevando a las caballerías que tiraban del trillo. No había tiempo para aburrirse.
Tengo también el recuerdo en Semana Santa de ir los niños tocando las carraclas o tarraclas que les decíamos aquí avisando de las celebraciones religiosas, debido a que desde Jueves Santo al Domingo de Resurrección, mientras estaba Cristo muerto no se podían tocar las campanas". AGUSTÍN LÓPEZ.
En los años 50 había diez casas abiertas y en torno a los cuarenta habitantes. Fue en la década de los 60 cuando se produjo la despoblación total del pueblo.
"En 1962 se fueron cuatro familias de una tacada, todos a Yanguas, aunque alguno después se fue a Logroño.
La segunda tanda y definitiva fue en 1967. La situación ya era irreversible, el año anterior ya se había vendido el ganado y solo quedaba recoger la cosecha. Mi familia se fue en septiembre con otras dos a Logroño, en noviembre se fueron mis abuelos (Abundio y Teodora) y un mes más tarde (en diciembre) se fueron los últimos: la tía Valentina con sus dos hijos (Pedro y Juanita), que se bajaron a Yanguas. Quedarse allí solos no tenía mucho sentido, además las casas debido a los nulos arreglos que se habían hecho ya no ofrecían mucha seguridad".
AGUSTÍN LÓPEZ.
Yanguas y Logroño fueron los destinos principales elegidos por los mateños para empezar una nueva vida que mejorara la que tenían hasta entonces.
Nadie se escapó a ese sentimiento de tristeza por tener que marchar del pueblo y de incertidumbre a la vez por la nueva vida que les esperaba.
"A mí el momento de abandonar el pueblo me llegó a los catorce años recién cumplidos. Esa primavera me había despedido de la escuela y empezaba para mí una nueva vida. Me había hecho mayor. Consciente o inconscientemente me había hecho a la idea de tener que marchar, dado que en los dos últimos años se había vendido ya el ganado y la vida allí se veía cada vez más provisional. A la vez esa edad me hacía ver lo ilusionante de una nueva vida fuera. Me permitiría seguir estudiando, como así hice con el apoyo de mis padres. Además coincidió que el mismo chico (Rubén) que había estado viviendo conmigo en La Mata hasta que se bajó a Yanguas, por esas mismas fechas también se marchó a Logroño, con lo que descubrimos la ciudad juntos.
Sentí irme del pueblo claro está, me bebí las lagrimas cuando aquella mañana hice la última visita a la iglesia, tras cargar los enseres en una furgoneta, y la misma sensación de tristeza me embargaba al despedirme de los pocos que aún quedaban, como les pasó a mis padres, como le pasó a mi abuela Leonarda unos días antes, como les pasaría a mis otros abuelos unos días después, como les terminó pasando a todos". AGUSTÍN LÓPEZ.
Cuando el pueblo se quedó vacío hubo una autentica invasión de amigos de lo ajeno que abrieron y saquearon todas las casas, expoliando todo lo que hubiera de valor.
Actualmente el pueblo continua sumido en un profundo letargo donde la vegetación va ganando terreno a las calles y a las casas y solo la apartada ermita de La Soledad que fue restaurada hace unos 10 años se ha librado de la muerte, actualmente se celebra allí una misa y una comida de hermandad el día 15 de agosto a cargo de la Asociación de Amigos de Yanguas.
Agradecimiento para Carlos Valdecantos, buen informante en todo lo relativo al pasado de La Mata por descender su familia de allí y haber pasado gran parte de su infancia en este pueblo (Conversación personal mantenida en un establecimiento de hostelería de Yanguas).
Agradecimiento para Agustín López Ruiz, la última persona que nació en La Mata, explicito, cordial y completísimo informante de su pueblo (Conversación mantenida por correo electrónico).
Visitas realizadas en junio de 1994, abril de 2010 y septiembre de 2023.
Punto y aparte. Trece años han pasado desde mi anterior visita a La Mata y nada menos que veintinueve desde la primera vez que conocí este despoblado cercano a Yanguas. Los cambios lógicamente han sido evidentes y todo a peor. No ha mejorado nada, no se ha recuperado ningún edificio, el deterioro es notable y la vegetación campa a sus anchas.
En esta tarde de 2023 de un verano que está dando sus últimos coletazos llego nuevamente hasta los dominios de La Mata. Tenía ganas de volver para ver el devenir de sus ruinas, si se mantenían o iban cuesta abajo.
La ermita es lo primero que aparece unos doscientos metros antes. Este edificio si que sigue igual, los mateños la conservan con mimo, el día de San Roque se juntan unos cuantos hijos del pueblo y allegados de los pueblos cercanos. Por un día mantienen el vinculo con el pueblo que les vio nacer.
Sigo por el camino para intentar adentrarme en las entrañas de La Mata pero enseguida veo que ya no es posible hacerlo como antes. La Calle Real ha sido tomada por la vegetación y es imposible el paso. Contorneo el pueblo por la parte baja y llego hasta la plaza (el único espacio prácticamente de La Mata donde se puede mover uno con un poco de soltura). Preciosa como siempre, bonita en su estado ruinoso y sobre todo haciendo trabajar la imaginación de como sería este lugar cuando estuviera en plenitud de vida, con esa fuente tan bonita en el centro. Alguien ha hecho un desaguisado queriendo poner el nombre del pueblo con pintura en el frontal de la fuente y lo que ha hecho es empeorarlo. Por encima siguen impertérritas la casa concejo y la casa del cura. No se puede acceder a su interior pero de momento aguantan sus fachadas. Me encamino a la iglesia y me doy cuenta que va a ser misión imposible entrar a su interior, el pórtico se encuentra saturado de vegetación y de ahí ya no se puede pasar, aún así intento penetrar al interior del templo pero no lo consigo. Las vistas desde aquí magnificas como siempre. Subo un poco a la parte alta del pueblo, me cuesta identificar las casas por aquí, la que no ha caído tiene una barrera vegetal delante que impide cualquier acercamiento a ellas. En vista de ello bajo para abajo, llego hasta una era de trillar, voy por la parte bajera de las casas de la calle Real, algunas fachadas se vinieron abajo. No puedo avanzar mucho más por aquí. Vuelvo otra vez a la plaza. El cielo se está encapotando. Intento buscar un resquicio para entrar en la calle Real pero no se puede, imposible. Mucha vegetación. Contemplo durante unos minutos la plaza, con la fuente, las edificaciones comunales y la torre de la iglesia. Considero este espacio la "postal" más representativa de La Mata. Poco más queda por ver, toca marchar porque además las nubes tienen pinta de que van a soltar agua. Dicho y hecho, cuando estoy en la explanada detrás de la iglesia, donde el pueblo hace una especie de ángulo recto empieza a llover, desde el principio son goterones gordos. Me voy a paso ligero puesto que no he traído ni paraguas ni chubasquero. La lluvia empieza a caer con fuerza y además con descarga eléctrica. Bien mojado consigo llegar hasta la ermita donde me refugio en su pórtico en espera de que escampe. Lo cual sucede unos quince minutos después, por lo que ya puedo salir de mi improvisado refugio y caminar hasta donde tengo situado el coche. Me da un poco de tristeza la impresión que me llevo de La Mata, sobre todo por haberlo conocido en otras circunstancias, con las edificaciones más enteras. Ahora solamente es un pueblo derrotado, que agoniza, intransitable y con encuadres urbanos poco atractivos para el visitante.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Vista lejana de La Mata en su ubicación sobre el terreno.
La casa del tío Toli con patio de entrada, es la primera al entrar al pueblo. Su viuda, Victoria montó una pequeña tienda aquí que abastecía su yerno desde Yanguas. Fue el único establecimiento público que hubo en La Mata, aunque de efímera duración.
El Somillo. La fuente a la izquierda y las ruinas del lavadero a la derecha. Este se edificó a la vez que la fuente y supuso un alivio enorme para las mujeres, que anteriormente tenían que ir a lavar a la Fuentecilla y a la fuente de abajo. En verano cuando el agua escaseaba por la disminución del caudal de la ¨Fuente Somera¨ donde estaba la toma del agua debido a que las conducciones formadas por tubos de barro se dañaban continuamente, había que ir a lavar al río Masas, a media hora de camino.
La fuente de La Mata. Construida en 1922, hasta entonces la gente se aprovisionaba de agua en el manadero natural situado a 500 metros hacia el monte, o en otro manantial más pequeño, la fuentecilla. Fue arrancada una placa de mármol que tenía en su parte superior izquierda. Estaba dedicada a Balbino Alfaro por parte de sus hijos que emigraron a Mejico. Se puede ver en la fotografía siguiente.
Familiares de Balbino Alfaro en una visita a La Mata en el año 1954.
De izquierda a derecha: Florita Alfaro (nieta de Balbino), Mari Carmen Alfaro (niña), Ana Gómez y de pie Longinos Simón.
Por encima de la fuente se situaba la casa del Cura a la derecha y la Casa Concejo a la izquierda. Un año se celebró en su interior una sesión de cine por unos feriantes que aparecieron por el pueblo. Fue todo un acontecimiento.
Interior de la iglesia. La vegetación se ha adueñado de ella. Las imágenes de San Roque, La Soledad, La Virgen del Rosario y alguna más se llevaron a un museo que se creó en la casa del cura de Yanguas para preservar tallas de iglesias abandonadas. En su lado derecho había una tumba de un inquisidor nacido en el pueblo llamado Pedro Jiménez, y también había en el altar una lápida en honor del militar Basilio Martínez Sáenz, muerto en la guerra de África.
Desde el pórtico de la iglesia, a través del arco de entrada se ve una bonita vista con el pueblo de Yanguas al fondo.
La casa del tío Abundio, fue la penúltima en cerrarse en La Mata. Se marcharon a Yanguas en 1967.
El tío Abundio en 1969 a la puerta de su casa en Yanguas, acompañado del perro ¨Pancho¨ y de la perrita ¨Mari¨, propiedad esta de la tía Valentina.
¨La casita¨. Era la casa más moderna del pueblo. Construida por Bernardo López con intención de habitarla él o algún hijo, pero la emigración no lo hizo posible. Fue utilizada como almacén. Aquí estaba situado el conmutador general para la luz eléctrica de la calle.
La casa de la tía Valentina, la última que se cerró en La Mata. Se marchó con sus dos hijos a Yanguas en diciembre de 1967.
La casa del tío Eugenio, vista por su parte trasera. Hacia 1950 la cerraron y se marcharon a Calahorra, poco tiempo después volvió a abrir sus puertas a Máximo y Felisa (padres de Agustín López) que estuvieron viviendo en ella hasta 1967, en que se marcharon a Logroño.
La casa del tío Fabián. Se cerró en 1962, en 1964 se volvió a abrir su puerta al ser habitada por Clemencio y Modesta.
La casa de la tía Leonarda, viuda del tío Paco (abuelos paternos de Agustín López). Vivía con un hermano soltero: el tío Cipriano. Se cerró en 1967.
Año 1955. Jóvenes mateños que participaron en un concurso de cava organizado por el FFJJ en el ¨chalet de La Carolina¨ en los Atajaderos de Yanguas.
De izquierda a derecha y de arriba abajo: Teodoro Alfaro, Dionisio Alfaro, Abundio Ruiz, Florencio Ruiz, Pedro Alfaro, Andrés Ruiz y Clemencio López. El perro es ¨el chato¨.
Trasera de la casa del tío Fabián y de la casa de la tía Leonarda. Torre de la iglesia y el cementerio adosado a ella.
La ermita de La Soledad, llamada así porque en tiempos había una imagen de esta Virgen. Durante el verano estaba aquí en la ermita, siendo trasladada en invierno al pueblo.
Altar de la ermita de La Soledad, con la imagen de San Roque.
Según cuenta la tradición parece que el pueblo viejo estaba más arriba, cerca del monte y que posteriormente se fue edificando el nuevo en la ubicación actual.
Unas sesenta personas aproximadamente repartidas en quince viviendas dieron vida a esta población que salía adelante de lo que conseguían arañar al campo (trigo y cebada sobre todo) y de los rebaños de ovejas y cabras que poseían. También algunos vecinos tenían colmenas en pequeña cantidad que les servía para obtener miel para consumo propio.
Para complementar la economía del hogar algunos habitantes de La Mata se desplazaban a tierras riojanas a trabajar en la vendimia y de octubre en adelante iban a trabajar en la remolacha para la azucarera de Calahorra.
Hasta La Mancha y Andalucía llegaron algunos mateños en tiempos más antiguos para ejercer su oficio (sastres).
Los lunes acudían al concurridísimo mercado que se celebraba en San Pedro Manrique para la compra venta de cerdos y mulas, además de los corderos que también vendían a carniceros de Yanguas, pueblo al que también bajaban el 18 de julio donde se celebraba una importante feria de ganado, otras veces iban hasta el pueblo riojano de Enciso al mercado que se celebraba los domingos, a Enciso también empezaron a ir los mateños cuando aparecieron las primeras cajas de ahorros para realizar operaciones bancarias. En tiempos más antiguos llegaban hasta Munilla en La Rioja a vender corderos, pichones y huevos y de paso compraban algo para la casa aprovechando las industrias textiles que por allí había.
Llevaban a moler el grano a unos molinos de agua que había junto al rio Cidacos en Yanguas, el último en funcionar fue el de la Chón, aunque en los últimos años se llevaba a la harinera de Almarza.
Celebraban las fiestas el 16 de agosto para San Roque. Una misa y una procesión hasta la ermita eran los actos principales. Procesión que encabezaba una pequeña cruz que iba abriendo paso, después iba un estandarte de color rojo con la imagen impresa de San Roque, detrás iban los dos pendones, rojo y verde, el primero más grande, siguiendo a continuación la imagen de San Roque o de la virgen del Rosario si era en la fiesta de octubre, mientras se volteaban las campanas.
Músicos de muy variada procedencia animaron las fiestas durante años como es el caso de Genaro, Antonio y Amador, músicos de Yanguas con violín, laúd y guitarra. En alguna ocasión fue el tío Galo y su hijo Galito venidos de Diustes los que animaban las fiestas al son de gaita y tambor.
También se recuerdan algunos años gloriosos donde venían orquestas de más renombre como la de Arnedillo (La Rioja), riojanas eran también otras orquestas que vinieron algún año desde San Vicente de Munilla o Ajamil. En 1967 con el pueblo ya agonizando no vinieron músicos sino que se pidió un pik-up a los jóvenes de Yanguas y así se amenizó el baile aquel último año de vida del pueblo.
El baile se hacía en el Somillo (la plaza), y por la noche y cuando hacia mal tiempo se realizaba en la Casa Concejo.
Dentro de las fiestas estaba la tradición de la Corrida del Rosco, donde dos mozos llevaban un palo cogido cada uno de un extremo donde llevaban ensartado un rosco grande y tenían que recorrer un trecho al son de la música con los acordes del Corre que te pego, pego, pego, corre que te pego... mientras la gente les sacudía con ramas de chopo. Los mozos que llevaban el rosco llevaban unas alforjas llenas con trozos de rosco que repartían a los participantes.
Antes de la corrida del rosco se solía celebrar casi todos los años la subasta de un rosco por parte de los mozos. Normalmente los que más pujaban solían ser los emigrantes que volvían para las fiestas. Lo recaudado se empleaba para ayudar a pagar las fiestas o para algún motivo religioso.
Era muy típico en estas fechas festivas el zurracapote, que se preparaba a base de vino tinto, melocotones y azúcar, era el complemento adecuado a los roscos que se elaboraban en esos días.
En los últimos años subía Víctor el sampedrano, que tenía una tienda en Yanguas y montaba un tenderete con cerveza, coca-cola y kins (marca de refrescos de la época).
El primer domingo de octubre hacían la fiesta chica en honor a la virgen del Rosario, con una celebración muy sencilla, siendo la última fiesta del año en la zona de Yanguas.
Eran muy celebradas las fiestas del Corpus, con una pequeña procesión con la custodia por el pueblo engalanado de flores y la bendición de los campos. En el pórtico de la iglesia se colocaban los niños nacidos en el año para recibir la bendición.
No tuvieron nunca escuela y a los niños les tocaba acudir a la de Yanguas.
"Cuatro niños íbamos en mis años escolares, dos chicos y dos chicas, una de ellas era mayor y el resto éramos casi de la misma edad, pero con la emigración se fueron marchando, por lo que los últimos cuatro años me tocó bajar a mi solo a la escuela, a veces con condiciones climatológicas muy adversas, se tardaba una media hora, comía en Yanguas una merienda o un bocadillo y luego ya en el comedor escolar cuando lo pusieron. Recuerdo con agrado a los maestros, sobre todo a don Honorio, con el que estuve casi todo el tiempo, las relaciones con los chicos de Yanguas eran las normales, lo único que yo vivía un poco más lejos".
AGUSTÍN LÓPEZ.
De Yanguas subía el cura (don Lucio) a realizar los oficios religiosos, el último en subir fue don Bernabé que subía en vespa, como la carretera no llegaba hasta el pueblo, los últimos 500 o 600 metros los hacía andando. También de Yanguas acudía el médico, así como el herrero.
En una motocicleta subía hasta La Mata todos los sábados el barbero (Nicolás), lo hacía desde Yanguas, y por turnos, cada sábado en una casa, después de desayunar montaba su particular barbería donde afeitaba y cortaba el pelo a los hombres, a la vez que organizaba una tertulia muy concurrida y animada.
El cartero era de Camporredondo (el tío Baldomero y más tarde su hijo Agustín) se desplazaba siempre en un burro, recogía la correspondencia en Yanguas y la repartía en La Mata, Vellosillo y su pueblo.
Subían vendedores ambulantes, normalmente de Yanguas, como el Quintín, el Fortu, el Enrique o el Isidro, este era mateño de nacimiento y traía también el pan una vez por semana, que a él a su vez se lo traían de Arnedo, pues ya no se amasaba tampoco en Yanguas, de Villar del Río venia Antonio ¨el Morete¨ con su burro cargado hasta los topes, principalmente de telas, algún vendedor de lugares más lejanos se recuerda como puede ser el pimentonero de Valdeprado y de tierras riojanas el tío Pabletas de Torrecilla en Cameros que traía productos de chacinería y las famosas chichorras (restos de la manteca después de quitarle la grasa).
La pareja de la guardia civil aparecía de vez en cuando por el pueblo y paraban en casa del alcalde pedáneo, donde sobre todo en invierno se arrimaban un rato al fuego y mataban un poco el tiempo.
Un personaje para el recuerdo fue Nicolás el cabrero. Era natural del cercano pueblo de Aldealcardo, desde bien jovencillo estuvo en La Mata cuidando del rebaño de cabras (las ovejas las cuidaban los vecinos por días, a turnos). No tenia vivienda propia, sino que por semanas se alojaba en casa de cada vecino. Además de la manutención se le pagaba un pequeño jornal. Hacia 1960 se jubiló y se marcho a su pueblo con un hermano, más tarde acabó en un asilo en Calahorra, donde falleció. Tras su jubilación se vendieron las cabras y esto propició de alguna manera la marcha de algunos vecinos en aquellos años.
La luz eléctrica se puso en 1959 y fue todo un acontecimiento. Hasta entonces la iluminación era a base de candiles de aceite, petróleo o carburo y velas.
Casi todas las casas tenían su horno correspondiente donde se cocía el pan y los típicos roscos de San Roque.
Cerca del pueblo hay restos de una cañada trashumante que partiendo desde Cameros llevaba las ovejas a invernar a Extremadura en tiempos de la trashumancia.
Como fechas significativas en la memoria de La Mata se pueden citar:
En el año 1953 vino al mundo Agustín López, el último nacido en La Mata (hay que hacer la salvedad de que en 1965 nació Santiago López Alfaro, ¨Santi¨; pero aunque sus padres vivían en La Mata, él nació en Soria).
En el año 1964 se celebró la última boda en el pueblo entre Clemencio y Modesta.
En el año 1965 falleció el tío Eusebio, marido de la tía Valentina, el último de los mateños enterrado en el cementerio del pueblo.
Entre las costumbres a destacar en el pueblo:
-¨Sorteo de los novios¨. En la noche de fin de año se realizaba un sorteo entre todos los mozos y mozas casaderos y sin compromiso. Al día siguiente se publicaba la lista en la puerta de la iglesia y servía para que ficticiamente estuvieran ennoviados durante todo el año.
-En la Noche de Ánimas, del 1 al 2 de noviembre. los hombres velaban en la iglesia, comiendo patatas cocidas.
-En una fecha indeterminada se hacia una misa en la Cruz del Cerro para evitar las tormentas de granizo.
-Los restos de los troncos que se quemaban en Nochebuena se guardaban y se exponían cuando había tormenta para intentar librarse de ella.
-La bendición de los animales para San Antón. Se daba tres vueltas con el animal en brazos si este era pequeño, si era grande se hacía a pie, alrededor de la pared que había entre los dos arcos dovelados del pórtico, mientras se rezaba un padrenuestro.
-¨Tocar ¨al alba¨ y a ¨oraciones¨, todos los días al amanecer y al anochecer, a la vez que se abría y se cerraba la puerta de la iglesia. Se encargaba de esto un vecino, un mayordomo, por turno, anualmente. Ello consistía en dar tres toques de tres campanadas cada uno, espaciados ligeramente.
Para el recuerdo queda también una nana típica de La Mata con la que las abuelas solían arrullar a sus nietos en las frías noches de invierno:
Que noche, vaya un viento
que frío, como nieva
que blanco esta el valle
que blanca esta la sierra.
Que bien se está al abrigo
en la amplia chimenea
silbar oyendo el aire
echando al fuego leña.
Que alegres los chiquillos
están junto a la abuela
en tanto que la madre
poniendo va la cena.
El padre atiza el fuego
y el pobre abuelo cuenta
historias y aventuras
del tiempo de la guerra.
La gente en sus ratos libres o cuando el clima no permitía hacer nada se juntaban en una cuadra debidamente acondicionada al calor de los animales para jugar a las cartas, mientras que las mujeres se solían reunir en la cocina de alguna casa a coser y charlar y en las tardes soleadas lo hacían en la calle.
También era costumbre en las noches invernales la trasnochada, en donde se leían gruesos novelones que pasaban de mano en mano y de casa en casa. Era corriente que un miembro de la familia leyera en voz alta y el resto escuchara.
Los jóvenes cuando el trabajo lo permitía y siempre en domingo solían ir a Yanguas a pasar la tarde. Allí en ocasiones había baile y en los últimos tiempos cine casi todos los domingos.
Alguna vez los domingos a la salida de misa se juntaban los hombres a jugar a la tanguilla.
"Mi infancia podía ser la normal a la de cualquier niño, con sus circunstancias. Yendo y viniendo a la escuela y conviviendo con los niños de Yanguas. Cuando no iba a Yanguas, siempre había algo para entretenerse y sino a echar mano de un libro, la afición a la lectura me viene desde entonces.
Un juego de niños típico de Yanguas y La Mata, que no conocí en otros pueblos cercanos era el de los ¨cartones¨. Estos cartones eran las tapas de las cajas de cerillas. Se ponían en un ¨cuadro¨ que normalmente era una losa plana, situados a cierta distancia y con monedas antiguas, duros grandes, tirabas a darles a los cartones y con la fuerza del golpe sacarlos del ¨cuadro¨ y así ganarlos.
En el verano ayudando en las tareas de la siega y sobre todo de la trilla, llevando a las caballerías que tiraban del trillo. No había tiempo para aburrirse.
Tengo también el recuerdo en Semana Santa de ir los niños tocando las carraclas o tarraclas que les decíamos aquí avisando de las celebraciones religiosas, debido a que desde Jueves Santo al Domingo de Resurrección, mientras estaba Cristo muerto no se podían tocar las campanas". AGUSTÍN LÓPEZ.
En los años 50 había diez casas abiertas y en torno a los cuarenta habitantes. Fue en la década de los 60 cuando se produjo la despoblación total del pueblo.
"En 1962 se fueron cuatro familias de una tacada, todos a Yanguas, aunque alguno después se fue a Logroño.
La segunda tanda y definitiva fue en 1967. La situación ya era irreversible, el año anterior ya se había vendido el ganado y solo quedaba recoger la cosecha. Mi familia se fue en septiembre con otras dos a Logroño, en noviembre se fueron mis abuelos (Abundio y Teodora) y un mes más tarde (en diciembre) se fueron los últimos: la tía Valentina con sus dos hijos (Pedro y Juanita), que se bajaron a Yanguas. Quedarse allí solos no tenía mucho sentido, además las casas debido a los nulos arreglos que se habían hecho ya no ofrecían mucha seguridad".
AGUSTÍN LÓPEZ.
Yanguas y Logroño fueron los destinos principales elegidos por los mateños para empezar una nueva vida que mejorara la que tenían hasta entonces.
Nadie se escapó a ese sentimiento de tristeza por tener que marchar del pueblo y de incertidumbre a la vez por la nueva vida que les esperaba.
"A mí el momento de abandonar el pueblo me llegó a los catorce años recién cumplidos. Esa primavera me había despedido de la escuela y empezaba para mí una nueva vida. Me había hecho mayor. Consciente o inconscientemente me había hecho a la idea de tener que marchar, dado que en los dos últimos años se había vendido ya el ganado y la vida allí se veía cada vez más provisional. A la vez esa edad me hacía ver lo ilusionante de una nueva vida fuera. Me permitiría seguir estudiando, como así hice con el apoyo de mis padres. Además coincidió que el mismo chico (Rubén) que había estado viviendo conmigo en La Mata hasta que se bajó a Yanguas, por esas mismas fechas también se marchó a Logroño, con lo que descubrimos la ciudad juntos.
Sentí irme del pueblo claro está, me bebí las lagrimas cuando aquella mañana hice la última visita a la iglesia, tras cargar los enseres en una furgoneta, y la misma sensación de tristeza me embargaba al despedirme de los pocos que aún quedaban, como les pasó a mis padres, como le pasó a mi abuela Leonarda unos días antes, como les pasaría a mis otros abuelos unos días después, como les terminó pasando a todos". AGUSTÍN LÓPEZ.
Cuando el pueblo se quedó vacío hubo una autentica invasión de amigos de lo ajeno que abrieron y saquearon todas las casas, expoliando todo lo que hubiera de valor.
Actualmente el pueblo continua sumido en un profundo letargo donde la vegetación va ganando terreno a las calles y a las casas y solo la apartada ermita de La Soledad que fue restaurada hace unos 10 años se ha librado de la muerte, actualmente se celebra allí una misa y una comida de hermandad el día 15 de agosto a cargo de la Asociación de Amigos de Yanguas.
Agradecimiento para Carlos Valdecantos, buen informante en todo lo relativo al pasado de La Mata por descender su familia de allí y haber pasado gran parte de su infancia en este pueblo (Conversación personal mantenida en un establecimiento de hostelería de Yanguas).
Agradecimiento para Agustín López Ruiz, la última persona que nació en La Mata, explicito, cordial y completísimo informante de su pueblo (Conversación mantenida por correo electrónico).
Visitas realizadas en junio de 1994, abril de 2010 y septiembre de 2023.
Punto y aparte. Trece años han pasado desde mi anterior visita a La Mata y nada menos que veintinueve desde la primera vez que conocí este despoblado cercano a Yanguas. Los cambios lógicamente han sido evidentes y todo a peor. No ha mejorado nada, no se ha recuperado ningún edificio, el deterioro es notable y la vegetación campa a sus anchas.
En esta tarde de 2023 de un verano que está dando sus últimos coletazos llego nuevamente hasta los dominios de La Mata. Tenía ganas de volver para ver el devenir de sus ruinas, si se mantenían o iban cuesta abajo.
La ermita es lo primero que aparece unos doscientos metros antes. Este edificio si que sigue igual, los mateños la conservan con mimo, el día de San Roque se juntan unos cuantos hijos del pueblo y allegados de los pueblos cercanos. Por un día mantienen el vinculo con el pueblo que les vio nacer.
Sigo por el camino para intentar adentrarme en las entrañas de La Mata pero enseguida veo que ya no es posible hacerlo como antes. La Calle Real ha sido tomada por la vegetación y es imposible el paso. Contorneo el pueblo por la parte baja y llego hasta la plaza (el único espacio prácticamente de La Mata donde se puede mover uno con un poco de soltura). Preciosa como siempre, bonita en su estado ruinoso y sobre todo haciendo trabajar la imaginación de como sería este lugar cuando estuviera en plenitud de vida, con esa fuente tan bonita en el centro. Alguien ha hecho un desaguisado queriendo poner el nombre del pueblo con pintura en el frontal de la fuente y lo que ha hecho es empeorarlo. Por encima siguen impertérritas la casa concejo y la casa del cura. No se puede acceder a su interior pero de momento aguantan sus fachadas. Me encamino a la iglesia y me doy cuenta que va a ser misión imposible entrar a su interior, el pórtico se encuentra saturado de vegetación y de ahí ya no se puede pasar, aún así intento penetrar al interior del templo pero no lo consigo. Las vistas desde aquí magnificas como siempre. Subo un poco a la parte alta del pueblo, me cuesta identificar las casas por aquí, la que no ha caído tiene una barrera vegetal delante que impide cualquier acercamiento a ellas. En vista de ello bajo para abajo, llego hasta una era de trillar, voy por la parte bajera de las casas de la calle Real, algunas fachadas se vinieron abajo. No puedo avanzar mucho más por aquí. Vuelvo otra vez a la plaza. El cielo se está encapotando. Intento buscar un resquicio para entrar en la calle Real pero no se puede, imposible. Mucha vegetación. Contemplo durante unos minutos la plaza, con la fuente, las edificaciones comunales y la torre de la iglesia. Considero este espacio la "postal" más representativa de La Mata. Poco más queda por ver, toca marchar porque además las nubes tienen pinta de que van a soltar agua. Dicho y hecho, cuando estoy en la explanada detrás de la iglesia, donde el pueblo hace una especie de ángulo recto empieza a llover, desde el principio son goterones gordos. Me voy a paso ligero puesto que no he traído ni paraguas ni chubasquero. La lluvia empieza a caer con fuerza y además con descarga eléctrica. Bien mojado consigo llegar hasta la ermita donde me refugio en su pórtico en espera de que escampe. Lo cual sucede unos quince minutos después, por lo que ya puedo salir de mi improvisado refugio y caminar hasta donde tengo situado el coche. Me da un poco de tristeza la impresión que me llevo de La Mata, sobre todo por haberlo conocido en otras circunstancias, con las edificaciones más enteras. Ahora solamente es un pueblo derrotado, que agoniza, intransitable y con encuadres urbanos poco atractivos para el visitante.
PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.
Vista lejana de La Mata en su ubicación sobre el terreno.
La Mata en 1994.
Foto cedida por Daniel Ruiz
La Mata en 1969, su despoblación estaba reciente.
La Mata en 1969, su despoblación estaba reciente.
Foto cedida por Daniel Ruiz
Nieve en La Mata. Año 1969.
Entrada al pueblo de La Mata por el camino de Vellosillo.
La casa del tío Toli con patio de entrada, es la primera al entrar al pueblo. Su viuda, Victoria montó una pequeña tienda aquí que abastecía su yerno desde Yanguas. Fue el único establecimiento público que hubo en La Mata, aunque de efímera duración.
Calle Real.
Calle Real.
El Somillo. La fuente a la izquierda y las ruinas del lavadero a la derecha. Este se edificó a la vez que la fuente y supuso un alivio enorme para las mujeres, que anteriormente tenían que ir a lavar a la Fuentecilla y a la fuente de abajo. En verano cuando el agua escaseaba por la disminución del caudal de la ¨Fuente Somera¨ donde estaba la toma del agua debido a que las conducciones formadas por tubos de barro se dañaban continuamente, había que ir a lavar al río Masas, a media hora de camino.
La fuente de La Mata. Construida en 1922, hasta entonces la gente se aprovisionaba de agua en el manadero natural situado a 500 metros hacia el monte, o en otro manantial más pequeño, la fuentecilla. Fue arrancada una placa de mármol que tenía en su parte superior izquierda. Estaba dedicada a Balbino Alfaro por parte de sus hijos que emigraron a Mejico. Se puede ver en la fotografía siguiente.
Foto cedida por Blas Gonzalo
Familiares de Balbino Alfaro en una visita a La Mata en el año 1954.
De izquierda a derecha: Florita Alfaro (nieta de Balbino), Mari Carmen Alfaro (niña), Ana Gómez y de pie Longinos Simón.
Por encima de la fuente se situaba la casa del Cura a la derecha y la Casa Concejo a la izquierda. Un año se celebró en su interior una sesión de cine por unos feriantes que aparecieron por el pueblo. Fue todo un acontecimiento.
Foto cedida por Daniel Ruiz
Imagen de la Casa Concejo y de la casa del Cura, con la torre de la iglesia asomando por detrás. Año 1969.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.
Foto cedida por Daniel Ruiz
Arcos dovelados del pórtico de la iglesia. Año 1969.
Interior de la iglesia. La vegetación se ha adueñado de ella. Las imágenes de San Roque, La Soledad, La Virgen del Rosario y alguna más se llevaron a un museo que se creó en la casa del cura de Yanguas para preservar tallas de iglesias abandonadas. En su lado derecho había una tumba de un inquisidor nacido en el pueblo llamado Pedro Jiménez, y también había en el altar una lápida en honor del militar Basilio Martínez Sáenz, muerto en la guerra de África.
Desde el pórtico de la iglesia, a través del arco de entrada se ve una bonita vista con el pueblo de Yanguas al fondo.
La iglesia por su lado oeste.
Foto cedida por Daniel Ruiz
La misma vista de la iglesia en el año 1969. Aun tenia las dos campanas.
La casa del tío Abundio, fue la penúltima en cerrarse en La Mata. Se marcharon a Yanguas en 1967.
Foto cedida por María Elena Ruiz
El tío Abundio y la tía Teodora (abuelos maternos de Agustín López) con el perro ¨Pancho¨ en 1969, al poco de haberse instalado en Yanguas.
Foto cedida por María Elena Ruiz
El tío Abundio en 1969 a la puerta de su casa en Yanguas, acompañado del perro ¨Pancho¨ y de la perrita ¨Mari¨, propiedad esta de la tía Valentina.
¨La casita¨. Era la casa más moderna del pueblo. Construida por Bernardo López con intención de habitarla él o algún hijo, pero la emigración no lo hizo posible. Fue utilizada como almacén. Aquí estaba situado el conmutador general para la luz eléctrica de la calle.
Foto cedida por Agustín López.
La casa de la tía Valentina, la última que se cerró en La Mata. Se marchó con sus dos hijos a Yanguas en diciembre de 1967.
La casa de la tía Petra.
La casa del tío Eugenio, vista por su parte trasera. Hacia 1950 la cerraron y se marcharon a Calahorra, poco tiempo después volvió a abrir sus puertas a Máximo y Felisa (padres de Agustín López) que estuvieron viviendo en ella hasta 1967, en que se marcharon a Logroño.
La casa del tío Santiago. Se cerró en 1964 al morir éste y marchar la viuda con los hijos.
La casa del tío Fabián. Se cerró en 1962, en 1964 se volvió a abrir su puerta al ser habitada por Clemencio y Modesta.
La casa de la tía Leonarda, viuda del tío Paco (abuelos paternos de Agustín López). Vivía con un hermano soltero: el tío Cipriano. Se cerró en 1967.
Foto cedida por Agustín López
Año 1955. Jóvenes mateños que participaron en un concurso de cava organizado por el FFJJ en el ¨chalet de La Carolina¨ en los Atajaderos de Yanguas.
De izquierda a derecha y de arriba abajo: Teodoro Alfaro, Dionisio Alfaro, Abundio Ruiz, Florencio Ruiz, Pedro Alfaro, Andrés Ruiz y Clemencio López. El perro es ¨el chato¨.
Trasera de la casa del tío Fabián y de la casa de la tía Leonarda. Torre de la iglesia y el cementerio adosado a ella.
A las afueras del pueblo quedan las ruinas de la fragua.
La ermita de La Soledad, llamada así porque en tiempos había una imagen de esta Virgen. Durante el verano estaba aquí en la ermita, siendo trasladada en invierno al pueblo.
Altar de la ermita de La Soledad, con la imagen de San Roque.
Gracias, Faustino, por este trabajo. Es una buena manera de contribuir a que no se borre del todo la memoria de lugares que un día, no tan lejano, nos acogieron.
ResponderEliminarMuchas gracias por este bonito trabajo que has realizado, La Mata es el pueblo de mi abuelo,se lo enseñare, le hara mucha ilunion, un saludo y gracias
ResponderEliminarNada me gustaría más que a tu abuelo le gustara el reportaje. No hay mejor termómetro para saber si un trabajo esta bien hecho que la opinión de los antiguos vecinos que allí vivieron.
EliminarGracias por tu comentario Sara.
Saludos.
Es un gran reportaje, mis felicitaciones! :)
ResponderEliminarEstoy buscando el pueblo de origen de mi bisabuelo, su nombre era Juan Bautista Ríos Santín y nació el 24 junio de 1896. Su hijo escribió un libro en memoria de este Juan Ríos y entre los registros encontrados nació en La Mata... pero a falta de información en internet no he podido encontrar mucho. Tienen acceso a registros de nacimientos o algún otro tipo de info, o tal vez una página donde podría encontrar más de este pueblo o de registros de nacimiento en La Mata? Sus padres se llamaban Manuel Ríos y María Santín. Ellos enviaron a mi bisabuelo en un barco a Chile (país donde vive toda mi familia ahora) en la época de la guerra cívil española... es toda la información que poseo y mi intención es poder encontrar a sus antepasados. Muchas gracias de antemano y felicitaciones por este excelente blog :)
Hola, soy Rody, nieto. He leido tu publicación, pero creo que hay una equivocación. En efecto, la localidad es La Mata, pero no en Soria, sino en Lugo y mas concretamente en la Sierra Piedrafita do Cebreiro; creo que esta Sierra delimita León de Lugo; el abuelo vivió en la A Mata o La Mata en la vertiente de la Sierra que da a Lugo
EliminarGracias por este reportaje Faustino. Soy Angel, nieto del tío Toli y nací en la casa que aparece en tu reportaje. Mis más sinceras felicitaciones por tu trabajo
ResponderEliminarMuchas sensaciones me imagino que sentirás al ver la casa donde viniste al mundo,¡unas cuantas veces habrás jugado en el patio interior!
EliminarMe alegra de corazón que te haya gustado el reportaje.
Gracias por tu comentario Angel.
Saludos.
Este fue el pueblo de mi padre y mis abuelos, yo tengo vagas imagenes de haber estado en e con uno o dos años de edad.Segun me contaron me monte en el trillo, y participe para ser bendecida en la procesion del Corpus.lasr raices mis raices estan aqui, y de aqui soy reflejo de muchas cosas.
ResponderEliminarBuen reortaje , yo tambien desciendo de Yanguas, mi padre es uno de los jovenes que aparecen en lafotografia del concurso de cava
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado el reportaje. La verdad es que ha quedado bastante completo, con el añadido de unas sugerentes fotografías retrospectivas como la que mencionas en la que aparece tu padre.
EliminarSaludos.
Estamos ahora mismo sentados frente a la fuente de la Mata con mis hijos de 7 y 8 años, leyendo tu artículo y emocionandonos con los recuerdos de este pueblo. Muchas gracias.
ResponderEliminarQue suerte que podéis estar ahora mismo disfrutando de la tranquilidad que se da en éste bonito pueblo de La Mata.
EliminarPreciosa la fuente y su entorno.
Gracias por dejar vuestro comentario en tiempo real.
Un cordial saludo.
Los habitantes originales de este pueblo eran pastores vascos, como la mayoría de habitantes de los pueblos de esta zona. Por eso en recientes pruebas de adn a los habitantes de la Sierra se ha demostrado que genéticamente son vascos. Salió publicado en el Heraldo de Soria.
ResponderEliminarSaludos
Bonito reportaje. Mi familia tambien procede de este pueblo. Nuestro apellido es “Mata” vivimos en Málaga. Saludos a todos.
ResponderEliminarEstimado Faustino, Agradecido por este magnífico reportaje de mi pueblo, soy Florencio y aparezco con muchos de mis familiares en una de tus fotos, entrañables recuerdos. Mis felicitaciones y muchas gracias.
ResponderEliminarHola Florencio. Me alegra enormemente como mateño que eres que te haya gustado el reportaje sobre tu pueblo. Vosotros sois el mejor "termómetro" para calibrar la calidad del trabajo sobre La Mata.
EliminarMe gustaría pedirte el favor a ver si pudieras escribirme al correo electrónico que hay en la columna de la derecha para preguntarte un par de cosas que tengo pendientes de ampliar en el reportaje de La Mata.
Gracias por dejar tu bonito comentario.
Un cordial saludo.